De tanta amargura amorosa, el marqués va a terminar en el hospital. Todos saben que el susodicho no es un angelito, pero su situación sería distinta si su amigote el almirante no le hubiera presentado a Margarita, esa resbalosa conocida en las calles del Cusco como “la Flor de Coca”.
Una joyita de aquellas que anda con unos tipos con pinta de malvivientes, a los que ha bautizado como sus “siete diablitos”, según cuentan y difunden a los cuatro vientos sus bien informadas vecinas, que andan alborotadas por el romance clandestino entre el marqués y la Margarita.
Lo que sigue de esta historia no se lo vamos a contar por una sencilla razón: ya acabó nuestro recorrido por las calles más famosas del Cusco, calles incas, calles coloniales, calles pintorescas y acaso hasta cómplices de amores y traiciones, cuyos nombres nos tentaron a escribir lo que acabas de leer.
¿Será que en las calles cusqueñas la imaginación se echa a volar? ¿Será que al caminarlas uno se inspira? ¿Será que en una ciudad con tanta historia dan ganas de escribir o crear nuestras propias historias?
Si quieres saberlo aprovecha tu visita al Cusco para recorrer —con calma y con la mente abierta— estas 12 calles que te recomendamos. Quizás terminas sintiéndote como un marqués o un almirante.
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1. Calle Siete Angelitos
Suele decirse que el bien y el mal son las dos caras de una misma moneda; pero, en el Centro Histórico del Cusco, la situación es distinta. Aquí, lo bueno y lo malo, lo sublime y lo pérfido, resultaron ser dos calles contiguas.
Todo tiene su origen en la época colonial, cuando una calle que se hizo célebre por ser el escenario de encendidas caricias y amores furtivos, empezó a ser llamada Siete Diablitos, en clara referencia a los siete pecados capitales.
La escandalosa situación generó que Blas de Bobadilla, propietario de una vivienda en la calle vecina, ordenara pintar iconografías religiosas en su casa, las cuales incluían la imagen de siete angelitos. Su objetivo era desanimar a los amantes que caminaban hacia la “perdición” de los siete diablitos.
Y si bien es difícil de saber si consiguió su objetivo, lo cierto es que la calle se quedó con el nombre de Siete Angelitos. El siglo pasado, el alcalde del Cusco, Daniel Estrada Pérez, colocó en este cruce urbano entre el bien y el mal, un angelito tallado en piedra que sostenía el número siete.
Siete Angelitos es ahora es un lugar de interés turístico, donde se entrelazan la historia colonial, las tradiciones locales y la reflexión moral. La pregunta es: ¿en qué calle te gustaría estar?
2. Calle del Marqués de Valleumbroso
De estilo colonial español, esta calle fue trazada sobre un tramo del camino inca. Su nombre hace referencia a Diego de Esquival y Jaraba, el marqués de San Lorenzo de Valleumbroso, personaje ilustre que en 1540 se establecería en el Cusco, ciudad en la ocupó cargos importantes y acumuló gran riqueza.
De Esquival y Jaraba ordenaría la construcción de una casona monumental que se convertiría en la residencia de su familia desde 1560. Con elementos arquitectónicos incaicos y españoles, esta vivienda fue hasta el siglo XVIII una de las más grandes de la ciudad.
En la época republicana, la casa fue la sede de distintas instituciones, desde el Sistema Nacional de Apoyo a la Movilización Social (Sinamos) —un organismo creado en el gobierno revolucionario del general Juan Velasco Alvarado—, hasta la Escuela de Bellas Artes del Cusco.
La calle del Marqués es conocida por su arquitectura colonial, sus balcones de madera tallada y su pavimento con adoquines. Al caminar por esta vía encontrarás tiendas de artesanías, restaurantes, cafés y hoteles boutique. Sin duda te encantará recorrerla.
3. Calle Amargura
Una cuesta empinada, una cuesta tortuosa que los indígenas tenían que remontar una y otra vez, cargando las grandes piedras que serían utilizadas en las construcciones coloniales del Centro Histórico del Cusco.
Pasos de explotación y de amargura que ocasionaron tragedias. Hombres que no resistían, se quebraban, se precipitaban por la cuesta. Ellos morían ante la indiferencia de quienes los obligaban a cargar esos bloques líticos.
Esa es la historia de la calle o cuesta de la Amargura, espacio urbano desde el que tendrás bonitas vistas de la ciudad y de los paisajes cercanos, un lugar que evoca momentos aciagos, pero que también es un recordatorio de la resistencia y la resiliencia del pueblo cusqueño.
4. Calle Resbalosa
En la época incaica esta calle empinada y adoquinaba era parte de la red vial del Tawantinsuyo, una de las más impresionantes del planeta, pero lo que realmente te llamará la atención es su nombre en quechua: Sikitakana.
Su traducción al español es muy curiosa y descriptiva: “te golpeas el trasero”. La razón: su pendiente pronunciada y superficie resbaladiza ponía en aprietos a más de un caminante, varios de los cuales terminaban dándose un buen porrazo.
Por tantas caídas la calle sería conocida como Resbalosa, haciendo referencia a su pasado; sí, su pasado, porque ahora, la temida Sikitakana, es una vía tranquila con hoteles y restaurantes. Esta te llevará al mirador San Cristóbal y al parque arqueológico de Saqsaywaman.
5. Calle Hospital
No te sorprendas si no encuentras un hospital en esta calle. Y es que no existe ninguno. Antes sí, en los siglos XVI y XVII funcionó el Hospital de Naturales del Cusco, un nosocomio colonial que atendía únicamente a la población indígena.
La primera piedra para su construcción se colocó el 27 de marzo de 1556 por orden del Cabildo Municipal; pero, como nada es eterno, menos aún en un país sísmico como el Perú, el terremoto de 1650 ocasionó graves daños en la infraestructura hospitalaria.
En 1688 se construiría la iglesia de San Pedro sobre el terreno del hospital. De estilo barroco andino, el templo se encuentra en la plaza del mismo nombre y al frente de turístico mercado de San Pedro. Aprovecha tu visita para probar alguno de los potajes que se ofrecen en este centro de abastos.
6. Calle Garcilaso o de la Coca
Varios nombres para una misma calle. Primero fue conocida como Castillo por una familia española que residía en la zona. Luego la llamaron la calle de los Condenados, por la leyenda de los “dos juramentos fatales” que narra un amor prohibido en el templo de San Francisco.
Por la leyenda —que algo de cierto debe de tener— se colocaron dos cruces de piedra en la intersección de las calles de la Coca y del Marqués, las cuales serían trasladadas posteriormente a la puerta de la iglesia de San Francisco.
En 1744, quizás para sacudirse de un nombre tan lúgubre como Condenados, la vía empezó a ser llamada Esquivel, en referencia a un ciudadano español. Eso cambiaría en 1746, cuando surgió la denominación calle de la Coca.
El nombre deviene de “la flor de coca”, el apodó con el que se conoció a Margarita Ginés, quien compraría una casa en esta vía, luego de casarse y enviudar.
Actualmente, la calle se llama Garcilaso en honor al ilustre escritor mestizo Inca Garcilaso de la Vega (1539-1616), quien nació en este lugar. Reconocerla es muy fácil porque es la sede del Museo Histórico Regional de Cusco. Cuando estés ahí, anímate a visitarlo. ¡Vale la pena!
7. Calle Loreto
Es una de las calles más antiguas del Cusco. Es una vía cargada de historia que en la época prehispánica unió el Amarucancha (la Casa de la Gran Serpiente) con el Acllawasi (la Casa de las Escogidas). Es una joya arqueológica por el imponente muro de piedra del que fuera el palacio del inca Huayna Capac.
Antes de la llegada de los españoles la llamaban Intik’ijllu, el Callejón del Sol. Fue en la época colonial que tomaría su nombre actual: Loreto, en referencia a la capilla de Nuestra Señora de Loreto que se construyó en esta calle.
Loreto es, sin duda alguna, una de las calles más hermosas y representativas del Cusco, por lo que deberías recorrerla varias veces. Te aseguramos que en cada ir y venir, descubrirás un detalle que antes no habías visto.
8. Calle Hatun Rumiyoc
Si quieres que tus pasos recorran un camino sagrado, explora la calle de la roca grande. Esta vía incaica conectaba centros ceremoniales y administrativos en aquellos tiempos en los que el Cusco era el ombligo del mundo andino.
En la Hatun Rumiyoc (la Calle de la Roca Grande) te impresionará el muro de piedra del que fuera el palacio de Inca Roca y la famosa piedra de los 12 ángulos, una magnífica muestra de la destreza y habilidad de los arquitectos prehispánicos.
Convertida en un símbolo de la ciudad y la cultura andina, la piedra atrae las miradas de todos los viajeros, por lo que hay que esperar y tener un poquito de paciencia para observarla a plenitud.
Aprovecha tu caminata para admirar las construcciones coloniales que se erigieron sobre los antiguos palacios de los hijos del Sol. Esa fusión de estilos es parte de la esencia del Cusco actual, del Cusco andino e hispano que es Patrimonio Cultural de la Humanidad.
9. Cuesta del Almirante
Francisco Alderete Maldonado es el almirante que inspiró el nombre de esta cuesta cusqueña. Y no es que el mencionado haya sido un héroe de esos que aparecen en los libros de historia. Su mayor mérito fue el ordenar la construcción de su casa en el siglo XVII.
Por su portada renacentista y su espectacular muro incaico, la casa del Almirante es un ejemplo notable de la arquitectura cusqueña colonial, tanto así, que la cuesta terminó adoptando el nombre de su construcción más representativa.
Con el paso de los años y de los siglos, la residencia colonial tuvo diversos usos. Fue sede del Arzobispado del Cusco y de la Casa de Gobierno del Mariscal Andrés de Santa Cruz, el impulsor de la Confederación Perú-Boliviana.
Hoy sus ambientes son las salas del Museo Inka que exhibe una importante colección de ceramios, tejidos, herramientas agrícolas, entre otras piezas preincaicas e incas. La Cuesta del Almirante es un punto turístico destacado en Cusco. Anótalo en tu agenda y déjate sorprender por su relevancia histórica, arquitectónica y cultural.
10. Calle Siete Diablitos
¡Diablos!… siete diablos perversos y traviesos merodeaban por una de las calles del Cusco colonial, causando espanto entre los residentes y visitantes. Eso es lo que se decía en aquellos tiempos. Eso es lo que se cuenta hasta ahora, cuando los viajeros preguntan el porqué de ese nombre infernal.
Durante tu visita, concéntrate en gozar la caminata por esta calle estrecha y empedrada, además de admirar sus casas coloniales bien conservadas y llenas de misterio, varias de las cuales son ahora tiendas artesanales, restaurantes y café.
La calle Siete Diablitos es un lugar popular que nos recuerda la influencia del folclore y la tradición oral en la vida cotidiana de los cusqueños.
11. Calle Choquechaka
En los Andes, los incas trazaron una enorme red vial que unía las cuatro regiones o suyos de su imperio. Con la llegada de los españoles, varios tramos del Qhapaq Ñan o Gran Camino, se convirtieron en calles o vías urbanas.
Ese es el caso de Choquechaka, nombre quechua formado por los vocablos “chuqui” y “chaka” que unidos significan “puente de oro o de cobre”. En el Cusco virreinal este tramo del camino inca fue rebautizado como Almudena.
Cuando lo visites te llamarán la atención sus casas coloniales y republicanas, entre las que resalta la casa de Choquechaka. Identifícala por su numeración (366-384).
Más que una calle, Choquechaka es ahora un importante eje turístico y comercial en el Centro Histórico del Cusco.
12. Calle Tambo de Montero
Reuniones clandestinas y ceremonias religiosas secretas, se realizaban en 1643 en el tambo o posada del español Pedro Montero de Espinosa. Los rumores que iban y venían describían a un grupo de judíos que profanaban la fe católica de diversas maneras, incluyendo sendos latigazos a una imagen de Cristo.
Ante los crecientes rumores, las autoridades civiles y eclesiásticas no se contentaron con poner el grito en el cielo. Ellos actuaron de manera implacable al allanar, apresar y confiscar los bienes de Montero. Suerte parecida corrieron sus presuntos cómplices.
Los detenidos por órdenes del corregidor enviado al Cusco por el virrey Pedro de Toledo y Leyva, marqués de Mancera, fueron trasladados a Lima donde fueron juzgados por el Tribunal del Santo Oficio, la temida Santa Inquisición.
La historia de la calle Tambo de Montero está marcada por aquellas reuniones. Lo que sucedió en esos encuentros clandestinos es, y seguirá siendo, un misterio y una intriga.
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