Surf en Perú: pasión sobre las olas

Si te fascina el mar. Si te apasiona el surf y las aventuras oceánicas. Si sueñas con un destino de playas sorprendentes y points de fama mundial, ha llegado el momento de que despiertes para planificar tu viaje a Perú, un país donde correr olas es mucho más que un deporte. Es cultura, tradición y motivo de orgullo.

El kilométrico litoral peruano es un escenario magnífico para correr olas en cualquier época del año. Eso no es todo, si tu destino es Lima, la única capital sudamericana con vistas al mar, podrás surfear en cualquier momento del día en las cercanas y accesibles playas de la Costa Verde.

Si lo que te acabamos de decir no es suficiente para que te animes a visitar nuestra desértica franja costera, te contaremos que la ola de Pico Alto en Punta Hermosa (un balneario del sur de Lima) es una de los mejores Big Waves del continente.

Más datos, más informaciones: sabías que la ola izquierda más larga del planeta se forma de abril a octubre en Chicama (región La Libertad) y que su extensión supera los dos kilómetros; sabías que el oleaje agresivo y retador de Máncora (región Piura) atrae y convoca a tablistas de diferentes nacionalidades.

Solo algunos detalles que demuestran que Perú es un destino de arena y mar, porque en “estas tierras del inca que el sol ilumina porque dios lo manda”, como dice una canción popular, el desafiar a las olas es una práctica que se remonta a los tiempos legendarios de las grandes civilizaciones prehispánicas.

Vamos, anímate a surfear en el mar peruano, donde vivirás una experiencia radical, intensa e inolvidable. De eso estamos seguro. ¡Te esperamos!

Olas de historia

Los surfistas locales cuentan con orgullo que en las playas del norte del Perú se corren olas desde muchísimo antes de que llegaran las tablas modernas al club Waikiki de Lima, por influencia de su fundador, el recordado Carlos Dogny Larco.

Fue en 1942 cuando los pioneros del surf empezaron a atraer las miradas de los veraneantes capitalinos. Poco a poco, la novedosa actividad ganaría adeptos, tanto así que en 1950 se realizaron los primeros campeonatos en el mar peruano.

La habilidad de los surfistas nacionales se conocería a nivel global en 1965, cuando Felipe Pomar se impuso en el World Surfing Championships. Ese sería el primer eslabón en la cadena de triunfos obtenidos por nuestros representantes en diversas competencias.

Con el paso de los años, la pasión de los deportistas los llevaría a explorar nuevos points. Aquel ir y venir sería vital para la difusión de su actividad y el posterior desarrollo turístico de los destinos costeños.

Esa es una parte de la historia. Hay otra mucho más antigua que navega entre el mito y la leyenda, para explicar el origen de dos pueblos preincaicos de la costa norte del Perú, que se desarrollaron entre los años 750 y 1400 de nuestra era.

Cuenta la leyenda que Naylamp y Tacaynamo, los forjadores de las culturas lambayeque y chimú, navegaron por el Pacífico en unas balsas hechas de totora, una planta acuática que crece en los pantanos y lagunas de la costa y la sierra del Perú.

Desde entonces, los descendientes de aquellos personajes mantienen la tradición de “tejer” sus embarcaciones, bautizadas como caballitos de totora por los conquistadores españoles. Por su vigencia milenaria son parte del Patrimonio Cultural de la Nación desde el 27 de agosto de 2003.  

Si en tu visita al Perú diriges tus pasos de surfista viajero hacia las playas de Huanchaco (región La Libertad) y Pimentel (región Lambayeque), verás a los pescadores “cabalgar” como lo hicieron Naylamp y Tacaynamo.

Ellos colocan sus piernas a ambos lados de la embarcación para “correr” sobre las olas, aprovechando la proa curva y puntiaguda de sus “corceles acuáticos”. ¿Te animarías a navegar en este remoto antecesor de las tablas modernas?

Las estrellas del surf peruano

Con tanto mar y buenas olas, no es una casualidad que los deportistas peruanos brillen en las competencias continentales y mundiales de surf.

Sus éxitos son motivo de orgullo a nivel nacional y un poderoso incentivo para que los niños y jóvenes se animen a practicar este deporte, con la esperanza de representar al país en todos los mares y océanos del planeta.

Por esa y otras razones en el Perú surfearás en un mar de triunfadores, en un mar que consolidó la destreza y la técnica de los siguientes deportistas:

  • Felipe Pomar, el campeón legendario: pionero y difusor incansable del surf en el Perú, escribiría su nombre en la historia al ser el primer latinoamericano en ganar el World Surfing Championships. Su hazaña en 1965 será recordada por siempre y sirve de inspiración a las nuevas generaciones.
  • Sofía Mulánovich, la reina del mar: en 2004, la Gringa, como también se le conoce, fue la primera peruana y latinoamericana en ganar el título mundial en la categoría femenina de la Word Surfing Championships. Deportista olímpica en Tokio 2020, su exitosa trayectoria motivaría a las niñas a correr olas, con la ilusión de convertirse en profesionales.
  • Gabriel Villarán, el maestros de las Big Wave: es un buscador de olas grandes en las que pone a prueba su coraje y valentía. Respetado en el mundo del Big Wave Surfing, Villarán es, también, subcampeón mundial ISA Billabong (2010) y bicampeón latinoamericano de la Asociación Latinoamericana de Surfistas Profesionales (ALAS) (temporada 2005—2006).
  • Lucca Mesinas, nacido para surfear: se podría decir que corre olas desde la cuna. La razón, Lucca nació en 1996 en Máncora, uno de los afamados destinos costeros del Perú. En su carrera deportiva resalta el dorado de las medallas que obtuvo en los Juegos Panamericanos de Lima 2019 y Santiago 2023. También ocuparía el quinto lugar en las Olimpiadas de Tokio 2020.
  • Miguel Tudela, el mejor de Sudamérica: Sus brillantes participaciones en los torneos de la World Surf League (WSL) lo convierten en una de las figuras destacadas del surf nacional. En la temporada 2022—2023, Tudela fue el campeón sudamericano de la WSL Latinoamérica, siendo el primer deportista nacional a nivel masculino en obtener ese título.

Donde surfear en Perú

Las olas de Lima

Makaha

Es ideal para que inicies tu aventura en la costa peruana y experimentes tus primeras emociones en el Pacífico. Cercana y accesible desde el Centro Histórico de Lima, Makaha es una playa de olas consistentes y adecuadas para surfistas de distintos niveles.

Cuando visites esta playa del turístico distrito de Miraflores, conversa con los deportistas locales y engríe tu paladar en los restaurantes cercanos. En caso te faltara algún implemento, no te preocupes. Encontrarás tiendas especializadas con todo lo necesario para tu ingreso al mar.

La Herradura

Otro de los points favoritos de los surfistas de la Costa Verde, como son llamadas las playas de la bahía de Lima. Cuentan los memoriosos que en La Herradura se congregaban los jóvenes pioneros que buscaban una dosis extra de adrenalina en el verano (diciembre a marzo). 

Desde entonces, su ola larga y potente es una excelente opción en cualquier época del año. Una razón poderosa para explorar esta playa del distrito de Chorrillos, localizada a 19 kilómetros del Centro Histórico de Lima.

Por la distancia no te preocupes. El balneario es muy conocido y no tendrás problemas en llegar. Al final de la jornada, te recomendamos premiar tu esfuerzo en alguno de los restaurantes que le dan sabor a La Herradura.

Punta Rocas

Si quieres sentirte como uno de los iniciadores del surf moderno en el Perú, visita esta playa de olas consistentes y potentes, localizada a 45 kilómetros al sur del Centro Histórico de Lima.

Las olas de Punta Rocas (en el distrito limeño del mismo nombre) fueron una de las primeras en la que los deportistas nacionales y extranjeros empezaron a competir en la década del 60 del siglo pasado.

Esa condición se mantiene hasta hoy. Innumerables torneos y campeonatos locales e internacionales tienen como sede a esta playa emblemática, en la que las olas revientan sobre las rocas.

Punta Hermosa

Desde olas suaves y accesibles hasta temibles embates de siete y ocho metros en Pico Alto. Eso es lo que encontrarás en Punta Hermosa, un destino excepcional a 42 kilómetros al sur de Lima. Aquí comparten experiencias los surfistas principiantes y aquellos que buscan los desafíos extremos del Big Wave Surfing.

En Punta Hermosa no solo disfrutarás del oleaje del Pacífico, sino que podrás practicar otras actividades oceánicas, como la natación a mar abierto y el snorkel.

Si quieres pernoctar en este destino no tendrás ningún inconveniente. La oferta de alojamientos y restaurantes es variada y diversa.

Surfear en el norte

Chicama

Si quieres correr la ola izquierda considerada como la más larga del mundo, tienes que enrumbar hacia Chicama o Malabrigo, un point de clase mundial que se encuentra a 30 kilómetros al norte de Trujillo, la capital de la región La Libertad.

“Las olas chicaneras” son consistentes y se extienden por más de dos kilómetros cuando las condiciones climáticas son ideales. Si deseas vivir una gran experiencia en el mar del norte del Perú, visita Malabrigo entre abril y octubre. Esa es la mejor temporada para correr la larga y famosa izquierda de Chicama.

En este destino ideal para los surfistas nacionales y extranjeros, encontrarás alojamientos y varios restaurantes, donde saborearás la exquisita gastronomía marina, además de compartir experiencias y anécdotas con otros tablistas.

Lobitos

Antes de ser un destino de arena y mar, Lobitos fue un campamento para los trabajadores de la industria petrolera. De esa época de esplendor (1900 a 1968) se conservan algunas casonas de pino oregon, que le dan un cariz particular al pueblo.

De olas consistentes y agua gélidas (debido a la corriente de Humboldt), Lobitos es especial por sus rompientes. Aquí, además de divertirte en tu tabla, podrás practicar el kitesurfing.

Por su cercanía a Piura, la capital regional (70 km al sur) y a Máncora (58 kilómetros al norte), Lobitos es una excelente alternativa, especialmente si buscas tranquilidad y buenas olas.

Máncora

Sol, playas de arena blanca, aguas transparentes, olas espectaculares y una animada vida nocturna, son los atractivos de Máncora, antiguo pueblo de pescadores convertido en un icono turístico al que llegan viajeros de distintas nacionalidades.

No importa si no sabes surfear. En Máncora hay varias escuelas especializadas en las que aprenderás los principios básicos de esta actividad.

Así que no tienes excusas. Planifica tu viaje a este distrito de la provincia de Talara, localizado a 181 kilómetros de Piura, la capital regional. El trayecto por carretera dura tres horas.

Por ser un destino en constante crecimiento, tendrás la posibilidad de elegir entre una gran variedad de hoteles, restaurantes, discotecas y negocios relacionados al surf, entre otras actividades marinas que harán más grata tu estadía en esta joya del Pacífico.

Aventura en el sur

La Isla

Sus olas largas y consistentes son perfectas para los surfistas de nivel intermedio o avanzado que buscan mejorar sus habilidades en una playa ajena a las multitudes.

Con sus aguas claras y su impresionante paisaje, La Isla es la escapada perfecta para surfear en Camaná, una de las provincias costeras de la región Arequipa, una tierra de volcanes y profundos cañones.

El viaje por carretera desde la “Ciudad Blanca” de Arequipa, la capital regional, dura aproximadamente tres horas.

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Puno: 10 atractivos turísticos imperdibles

El lago, las islas, la fe, las danzas, la altura… también el frío. Pinceladas de un destino que es pasado legendario, cultura viva, naturaleza indómita y devoción que se expresa con procesiones y plegarias, con música y danza.

Puno, la “Ciudad Lacustre”, la “Capital Folclórica del Perú”, el destino retador a 3800 m s.n.m. que, junto al Cusco y Arequipa, es parte del llamado circuito sur, una ruta turística que atrae, sorprende y fascina a cientos de miles de turistas de todos los continentes.

¡Qué esperas! Busca tus maletas, desempolva la mochila y aventúrate en Puno; pero, antes de partir, incluye en tu itinerario los 10 lugares que te recomendamos. ¡Visítalos!… ¡Los vas a disfrutar!

1. Explorar el lago Titicaca

Contempla el atardecer, navega en una balsa de totora, explora las islas de los uros, Taquile o Amantaní y escucha la leyenda de Manco Capac y Mama Ocllo —los fundadores del imperio incaico—, son algunas de las actividades que te emocionarán en el lago navegable más alto del mundo.

El Titicaca —cuya soberanía es compartida por Perú y Bolivia— es el corazón del altiplano. En Puno, no hay manera de ignorarlo. Está ahí, siempre ahí, atrapando miradas y atrayendo a los visitantes que no resisten la tentación de navegar en sus aguas intensamente azules.

Con una extensión de 8372 km2, el lago es más que un atractivo turístico. Es vida, energía, historia y el hogar de quechuas, aimaras y mestizos, pero también de los viajeros que, más allá de las amenazas del soroche (mal de altura), son arropados por la cordialidad de sus anfitriones, los hijos del Titicaca.

2. Descubrir la isla de los uros

Islas inventadas, islas “tejidas” en las legendarias aguas del Titicaca, donde los descendientes de un pueblo ancestral, arman islas y construyen archipiélagos, casas y balsas con totora, una resistente planta acuática.

Esa es la herencia de los uros, “un pueblo originario ubicado en la bahía de Puno, cuya población mayoritaria se ha asentado durante siglos en enormes balsas de totora denominadas islas flotantes…”, se explica en la Base de Datos de Pueblos Indígenas del Ministerio de Cultura del Perú.

Hábiles pescadores, cazadores de aves y artesanos, los uros conservan su tradición y muestran a los viajeros su pequeño mundo de totora en el lago navegable más alto del mundo

3. Admirar el arte textil de Taquile

Una isla en la que el tejido es un arte desde tiempos prehispánicos. Una comunidad quechua donde la solidaridad es la base de las relaciones sociales. Un destino acogedor, pintoresco y vivencial con vistas memorables de lago Titicaca.

En Taquile verás a los varones tejer con palitos en las puertas de sus casas o en la plaza comunal. También los encontrarás en ambos lados de la larguísima escalera de piedra que una la orilla lacustre con la serena zona urbana.

Eso sí, sube o baja con calma sus 567 peldaños. Recuerda que la isla está a 3950 m s.n.m. y si te agotas demasiado no tendrás fuerzas para visitar los talleres donde se ofertan chompas, chalinas, chullos (los gorros típicos de los Andes) y los espléndidos cinturones-calendarios.

Anchos y vistosos, los tejedores plasman en los cinturones motivos iconográficos que representan la historia y tradiciones orales de la isla, los cuales están relacionados con los rituales y actividades agrícolas que se realizan durante el año. 

4. Pernoctar en Amantaní

Compartir la vida cotidiana de los ciudadanos de esta isla del Titicaca, es una experiencia intensa de aprendizaje sobre la cultura, el quehacer diario y la forma de entender el mundo de los hombres y mujeres quechuas.

Agricultores y pescadores, los comuneros de Amantaníla segunda isla más grande del lago Titicaca– ofrecen a los turistas una experiencia vivencial. Ellos te recibirán con cariño y amabilidad en sus hogares. Así que por una o más noches serás parte de su familia.

En Amantaní (3800 m s.n.m.) tienes que caminar hacia los cerros ceremoniales de Pachamama y Pachatata, donde existen vestigios arqueológicos y todavía se realizan ceremonias de tributo a la madre tierra.

Tu esfuerzo será recompensado con visiones espectaculares del lago Titicaca. Ten lista la cámara y fija tu objetivo en el horizonte lacustre, donde resaltan las cumbres nevadas de la cordillera Real (Bolivia).

5. Conocer la necrópolis de Sillustani

¿Por qué?… es la pregunta que te harás al mirar las enormes chullpas (torres funerarias de piedra) erigidas por los collas, un pueblo altiplánico anterior a los incas, para honrar y recordar a sus poderosos gobernantes.

¿Por qué?… seguirás preguntándote al darte cuenta de que son muchas (91 en total), que varias tienen forma de cono invertido y que la de mayor tamaño alcanza los 12 metros de altura, siendo conocida como la chullpa lagarto, por tener esculpida la figura de un reptil.

Sillustani es una zona arqueológica a 34 km de Puno, donde la muerte se volvió eternidad por las colosales chullpas y la belleza geográfica del lugar. De eso te darás cuenta al descubrir la resplandeciente laguna Umayo.

6. Recorrer las calles de Puno

Antes o después de navegar en el lago Titicaca o de enrumbar hacia las chullpas de Sillustani, tienes que darte un tiempo para explorar las calles de altura de Puno, la capital de la región del mismo nombre. 

Un buen punto de partida es la plaza de Armas de la “Ciudad Altiplánica”, donde se encuentra la Catedral Basílica de San Carlos de Borromeo. De estilo barroco e influencias indígenas, el templo fue construido entre 1669 y 1757.

Cerca de la plaza se encuentra la casona colonial en la que resalta el balcón del conde de Lemos —el más antiguo de la región— y el Museo Municipal Carlos Dreyer que, en sus ocho salas, alberga importantes colecciones que te harán viajar por la historia nacional y regional.

El recorrido puede prolongarse a los miradores del cerrito Huajsapata y Puma Uta, que te ofrecerán vistas panorámicas de la ciudad. Y, si deseas sentir el palpitar comercial de Puno, visita el colorido y variado mercado Central, donde es casi una obligación probar el ceviche de trucha y otros potajes regionales.

7. Celebrar a la virgen de la Candelaria

La fiesta más grande del altiplano peruano se celebra en Puno en honor a la virgen de la Candelaria. Miles de danzantes y músicos “toman” las calles de la ciudad creando con sus rítmicos pasos y deslumbrantes vestimentas, un desborde de fe, color y movimiento.

En febrero, Puno reza y baila, también brinda, por los milagros concedidos por la Mamacha Candelaria, en una fiesta que une la religiosidad y las diversas expresiones culturales de la “Capital Folclórica del Perú”.

Los concursos y las paradas de veneración a la virgen —cuya imagen se encuentra en el templo de San Juan— son los momentos estelares de una celebración católica que, por su alegría y fervor, parece ser un interminable carnaval.

8. Relajarse en Capachica

Descanso, buena sazón y hasta una playa paradisíaca -sí, una playa en el lago navegable más alto del mundo- son parte de los atractivos de la península de Capachica, localizada a 62 kilómetros de Puno. 

Si bien muchos no se animan a darse un baño en la playa Chifrón, todos disfrutan de su arena fina, de su relajante tranquilidad y de su belleza escénica. Aquí las aguas del Titicaca son irresistibles y querrás surcarlas en los botes que zarpan de los emprendimientos turísticos sostenibles.

Aprovecha tu visita a Capachica para comprar la artesanía local y probar los mejores platos de la gastronomía de Puno. También, observa con atención las vestimentas típicas de tus anfitriones. Son muy llamativas.

9. Visitar el templo de la fertilidad

En la provincia de Chucuito (a 18 kilómetros de la ciudad de Puno) existe una zona arqueológica de características únicas en Perú. Su nombre es Inka Uyu y su peculiaridad son las 20 esculturas fálicas que se conservan en su interior.

Sí, falos de piedra en un recinto prehispánico que genera debate y controversias sobre su finalidad. ¿Fue realmente un templo asociado a la reproducción y fertilidad o, como indica la palabra aimara (uyu): el lugar o el patio del inca?

Al margen de las interpretaciones, siempre es una buena decisión visitar Inka Uyu y conocer Chucuito, la “Ciudad de las Cajas Reales”, que te encantará por sus calles adoquinadas, su arquitectura colonial y sus vistas panorámicas del lago Titicaca.

10. Subir al mirador Kuntur Wasi

Si quieres tener una visión privilegiada de Puno y el lago Titicaca, deberás de superar los 620 escalones del mirador Kuntur Wasi, nombre en quechua que traducido al español significa la Casa del Cóndor.

A 3990 m s.n.m. y a 2 kilómetros del centro de Puno, se encuentra este impresionante mirador en el que destaca la escultura metálica de un cóndor, un ave mitológica de gran importancia en la cosmovisión de los pueblos andinos.

Si el físico te lo permite, aprovecha tu visita para explorar otras rutas cercanas que te mostrarán la ciudad y el lago desde distintas perspectivas. Todas impactantes. Todas inolvidables.

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Mal de altura: ¿qué hacer para evitarlo?

El mal de montaña agudo, llamado también soroche o mal de altura, no es un mito ni una leyenda urbana que se cuenta para atemorizar a los viajeros que explorarán los destinos turísticos del Perú, que se encuentran a miles de metros sobre el nivel del mar.

En ocasiones, los dolores de cabeza, las náuseas, el mareo y la dificultad para respirar, entre otros síntomas, les dan la “bienvenida” a los turistas que recorren nuestro país de cordilleras.

Si eres uno de ellos no tengas miedo. Esos malestares no deberían de estropear tus vacaciones. Ten en cuenta que la mayoría de las veces las dolencias desaparecerán cuando tu cuerpo se adapte a la altura.  

Pero como los viajeros precavidos valen por dos, te brindaremos una serie consejos que te ayudarán a prevenir o disminuir los efectos del soroche. Así disfrutarás al máximo de tus días en Cusco, Puno o Arequipa, entre otras ciudades de altura.

Perú, destino de altura

Si tu itinerario en nuestro país incluye al Cusco, ten en cuenta que la plaza de Armas de la histórica capital incaica se encuentra a 3399 m s.n.m.

Los niveles de altitud varían dentro de la ciudad y, también, en los diversos atractivos cercanos, como la montaña Vininunca, que supera los 5000 m s.n.m., y la laguna Humantay, a 4200 m s.n.m.

Un consejo sencillo para contrarrestar el mal de montaña agudo, es el de evitar las zonas muy altas en los primeros días de tu travesía. Por ejemplo, antes de visitar el Cusco, pasa unos días en una ciudad intermedia, como Arequipa (2335 m s.n.m.) para que tu cuerpo se adapte a los cambios.

Aplica la misma lógica si tu itinerario son las montañas andinas u otros lugares de gran altitud, como la ciudad de Puno y las islas del lago Titicaca.

¿Qué es el mal de altura?

Lo primero que debes saber es que nadie está libre de este mal. Hasta los montañistas experimentados están expuestos a sentirlo. Incluso, los nacidos en la altura pueden ser “víctimas” del soroche, cuando vuelven a su tierra después de pasar varios días en el llano.

Y si bien nadie está libre, lo cierto es que la mayoría de los viajeros no son afectados por el mal o presentan síntomas muy leves. Así que no te preocupes demasiado. Recuerda que una excelente receta para estar bien, es pensar lo menos posible en el mal de montaña agudo.

Si tienes buena salud, adecuada condición física y tomas ciertas medidas de precaución (más adelante te daremos varios consejos), lo más probable es que tu cuerpo se adapte sin mayores problemas.

Pero, ¿qué es exactamente el soroche? La respuesta es simple: es una afección que surge cuando visitamos zonas de gran altitud sin una adaptación previa. Esto ocasiona que nuestro cuerpo no responda de manera adecuada a la menor disponibilidad de oxígeno en el aire.

¿Cuáles son los síntomas del mal de altura?

Antes de empezar tus vacaciones en Perú, es necesario que conozcas los síntomas más comunes del soroche. Así lo detectarás rápidamente y tomarás las medidas necesarias para recuperarte lo más pronto posible.

Si tienes uno o varios de estos síntomas es muy probable que te haya “chocado” la altura, como suele decirse en el Perú:

  • Dolor de cabeza leve o severo.
  • Debilidad, cansancio y fatiga generalizada.
  • Mareos y sensación de vértigo. Si tienes estos síntomas evita las excursiones y quédate en tu alojamiento.
  • Dificultad para respirar y sensación de que te falta el aire cuando caminas.
  • Malestares estomacales, como la pesadez y las náuseas.
  • Pérdida de apetito. Esto podría ocasionarte un déficit de nutrientes valiosos para tu organismo.
  • Insomnio. Los dolores de cabeza y la sensación de falta de aire, generan incomodidad a la hora de conciliar el sueño.

Las primeras horas en la altura son decisivas. Te recomendamos guardar reposo al llegar, comer ligero y mantenerte hidratado. Si a pesar de eso el soroche te pega fuerte, busca atención médica especializada.

¿Qué origina el mal de altura?

Todo tiene una razón y un por qué. En el caso del mal de montaña agudo los científicos explican que en las zonas de altura la presión atmosférica disminuye, razón por la cual hay menos moléculas de oxígeno en el ambiente.

Pero, ¿cómo te afectará esa disminución? La respuesta es simple: al momento de respirar ingresará menor cantidad de moléculas oxígeno a tu cuerpo, lo que desencadenará una serie de molestias.

Si el cambio de altura es demasiado rápido —pensemos en un viaje aéreo de Lima a Cusco— tu cuerpo no tendrá suficiente tiempo para adaptarse a la disminución del oxígeno, esto incrementará la posibilidad de que seas “víctima” del soroche.

Otro aspecto a considerar es que algunas personas son más susceptibles al mal de altura, debido a diferencias individuales o antecedentes de enfermedades pulmonares o cardíacas.  

Si tienes alguna condición especial, consulta con tu médico antes de salir de vacaciones.

¿Cuáles son los factores de riesgo?

Hay varios factores que incrementan el riesgo de sentir los malestares del soroche. Los principales son los siguientes:

  • Si vives en la costa o en el llano (por debajo de los 900 m s.n.m.) tu organismo no está acostumbrado al aire de la altura, incrementándose el riesgo de padecer los síntomas del soroche.
  • Si realizas actividades físicas intensas (caminatas o escaladas) tu cuerpo demandará más oxígeno, pero como tu organismo no está aclimatado es muy probable que sientas los rigores de la altura.
  • La falta de hidratación y de nutrientes adecuados debilitarán tu cuerpo, haciéndolo más susceptible a los efectos adversos de la altura.
  • Si tienes una enfermedad cardíaca o respiratoria estarás más expuesto a sentir la severidad del soroche.
  • Si no estás aclimatado a la altura, evita el consumo excesivo de alcohol y las noches demasiado largas. Los brindis exagerados y la falta de descanso son “cómplices” del mal de montaña agudo.

¿Qué debo hacer para prevenir el soroche?

  • Toma un Sorojchi Pills u otra pastilla similar antes de emprender tu viaje a la altura. Estas son ideales para evitar los síntomas porque estimulan y mejoran la oxigenación del cuerpo.
  • Consume mate con hojas de coca. Esta bebida tradicional te dará energías, reducirá el cansancio y te ayudará a espantar los síntomas del soroche.
  • Hidrátate. El agua es fundamental para evitar o controlar los síntomas característicos del mal de montaña agudo.
  • Descansa y duerme lo más que puedas hasta que tu cuerpo se aclimate. Las noches largas “despiertan” al mal de altura.
  • Evita el alcohol y la cafeína. Ambas sustancias ayudan a la deshidratación.
  • No exageres con las comidas. En la altura la digestión es más lenta por lo que es recomendable comer ligero y evitar las grasas.
  • Recuerda que la aclimatación es un proceso gradual. Se cauto en tu forma de actuar hasta que te sientas completamente bien. 
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Perú: 10 fiestas que jamás olvidarás

El Perú es una fiesta, un ritual de raíces ancestrales, una procesión de santos y vírgenes. El Perú es una comparsa de carnaval, una pareja que se enamora al bailar y hasta un grupo de diablos que danzan para agradecer a Dios por un milagro.

El Perú es tributo a la tierra, es vela encendida y oración, es música, color y movimiento. El Perú es un país de alegrías compartidas y puertas abiertas en los días de fiesta campesina, de celebración religiosa, de jolgorio popular.

Y ese Perú que vibra, baila y brinda te está esperando. No lo pienses más y haz que tu viaje coincida con alguna de estas 10 fiestas que jamás olvidarás. ¡Te esperamos para brindar!

1. Cusco: Inti Raymi

El Sol era el padre de los incas y la mayor divinidad del Tawantinsuyo, el amplio territorio de su imperio. Durante su predominio, la celebración más fastuosa y solemne estuvo dedicada al Tayta Inti, el padre Sol o el señor Sol en español.

El Inti Raymi o Fiesta del Sol se realizaba el 21 de junio en varios escenarios del Cusco prehispánico. La fecha coincidía con el solsticio de invierno, el día más corto y la noche más larga en el hemisferio sur.

Cargada de misticismo y religiosidad, la fiesta expresaba la conexión espiritual del hombre andino con la naturaleza y en especial con el Sol, al que adoraba y respetaba por ser fuente de vida y energía.

El Inti Raymi tenía, además, un propósito político. Su fastuosidad y nivel de organización evidenciaba el poderío del estado incaico ante los ojos de su pueblo y ante los curacas aliados (autoridades indígenas) que eran invitados al Cusco.

Pero el Inti dejaría de brillar en el cielo cusqueño con la llegada de las huestes españolas. Ellos prohibirían los cultos incaicos para imponer la religión católica, con el objetivo de que los hijos del sol empezarán a creer en el Dios de sus conquistadores.

Los indígenas asimilaron poco a poco el catolicismo, pero sin olvidar a sus antiguos dioses como la Pachamama, las estrellas, el Sol, entre otros. El 24 de junio de 1940, el Inti Raymi volvería al Cusco después de casi 500 años de prohibición, como parte de un proceso de revaloración de las raíces y del pasado prehispánico del Perú.

Fue en ese contexto que historiadores y artistas andinos, como Faustino Espinoza Navarro, sentarían las bases de la actual Fiesta del Sol.

Hoy, la mayor celebración del Tawantinsuyo, es mucho más que una atracción turística. Es memoria, es recuerdo, es orgullo para los hombres y mujeres que, más allá del paso de los siglos, sienten una conexión especial con el tayta Inti y la madre Tierra.

2. Lima: procesión del Señor de los Milagros

En 1665, Lima, la capital del virreinato del Perú, fue sacudida por un terrible terremoto, entonces, el caos y la destrucción, el miedo y la desesperanza se apoderó de los pobladores de la ciudad fundada en 1535 por Francisco Pizarro.

Entre la desolación generada por la tragedia empezó a correr un rumor: en la zona de Pachacamilla, un muro en el que el esclavo angoleño Pedro Dalcón había pintado una imagen de Cristo crucificado, se mantenía milagrosamente en pie. 

La noticia despertaría la fe y la curiosidad de los afligidos limeños, que comenzarían a visitar al Cristo de Pachacamilla. Estas peregrinaciones molestaron a las autoridades que ordenaron destruir el muro.

Esa orden jamás fue cumplida por una serie de extrañas circunstancias. La fama de la imagen era cada vez mayor y se consolidaría en 1687, cuando la pared resistiría otro violento terremoto.

Ese fue el origen de la devoción hacia el Señor de los Milagros o Cristo Moreno. Todos los años en octubre, sus recorridos procesionales congregan a cientos de miles de fieles en las calles del Centro Histórico de Lima y de otros distritos capitalinos.

Ser parte del “mar morado” (por el color de los hábitos de sus creyentes) que acompaña al patrono de Lima, conversar con los hermanos y hermanas que cargan las andas o le cantan al señor, y probar el tradicional turrón de doña Peña, el dulce típico de la procesión, es una experiencia que te conmoverá.

Si estás en Lima en octubre, tómate un tiempo para acompañar la procesión del Señor de los Milagros o visitar la iglesia y monasterio de las Nazarenas, donde se encuentra la imagen original.

3. Puno: Virgen de la Candelaria

Con lluvia, con sol o con frío, miles de puneños rezan, bailan y hacen vibrar sus instrumentos musicales, para festejar, agradecer y rendirle culto a la virgen de la Candelaria, la mamacha (mamita) engreída del Altiplano peruano.

Y son esas plegarias, danzas y melodías musicales, las que le dan un matiz particular a la Fiestas de la Candelaria, convirtiéndola en auténtica explosión de religiosidad y jolgorio, de identidad e integración entre aimaras, quechuas y mestizos.

Si quieres disfrutar de una fiesta popular. Si quieres ver más de 100 danzas autóctonas. Si quieres bailar al ritmo de una tropa de sikuris (grupos de músicos que tocan las zampoñas), no lo dudes más: Puno, te espera en febrero.

Estamos seguros de que no te arrepentirás al sentir la energía y la pasión de una celebración inscrita en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco.

La imagen de la virgen de la Candelaria llegaría a Puno —de Cádiz o Sevilla— el 2 de febrero de 1583. Mucho tiempo después, ocurriría un hecho inexplicable y salvador que la convertiría en la patrona de la ciudad.

¿Qué fue lo que ocurrió? En 1781 las fuerzas rebeldes de Tupac Katari estaban listas para tomar la ciudad. En su desesperación, los ciudadanos de Puno buscaron la ayuda divina y sacaron en procesión la imagen de la virgen.

Fue entonces que sucedió lo inexplicable. Los rebeldes confundieron el paso de los creyentes con la marcha marcial de un contingente de soldados españoles; entonces, desistieron de sus planes. Ese es el origen de una historia que hoy se celebra con procesiones, música y danza.  

4. Ica: Fiesta de la Vendimia

Entre marzo y abril se inicia la producción de vinos y piscos en Ica, con la pisa de la uva en los lagares de las bodegas artesanales e industriales de esta ciudad, localizada a 304 kilómetros al sur de Lima.

La historia vitivinícola del valle de Ica se remonta a la segunda mitad del siglo XVI, cuando los españoles sembraron las primeras vides. Desde entonces, la cosecha de la uva es motivo de celebración.

En la actualidad, esta fiesta se vive y se palpita en toda la ciudad. En Ica se realizan eventos culturales, desfiles, concursos, ferias gastronómicas, entre otras actividades recreativas que convocan a turistas nacionales y extranjeros.

Aprovecha tu estancia para degustar el pisco —la bebida de bandera del Perú— y la “trepadora” cachina, un vino “joven” y dulzón de mosto ligeramente fermentado.

Eso sí, se cauto con el pisco —tiene entre 38 y 48 grados de alcohol— y con la cachina que, según los conocedores iqueños, es traicionera porque “se sube a la cabeza sin que te des cuenta”.

5. Cusco: Señor de Qoyllurit’i

En la primera luna llena después de la celebración católica del Corpus Christi (mayo o junio), alrededor de cien mil peregrinos de los pueblos y comunidades del Cusco, enrumban hacia el santuario del Señor de Qoyllurit’i en el nevado Sinakara.

Considerada como la mayor peregrinación religiosa de los Andes, los devotos del Señor de la Estrella de la Nieve (eso significa en español) se dividen en ocho grupos o “naciones”. Estas corresponden a sus pueblos de origen: Paucartambo, Quispicanchi, Canchis, Acomayo, Paruro, Tawantinsuyo, Anta y Urubamba. 

Procesiones con cruces que son llevadas a la cumbre del Sinakara. Rituales de adoración a los primeros rayos del sol. Más de cien danzas que muestran la riqueza cultural de cada una de las “naciones”, son parte de esta peregrinación, en la que se aplican estrictas reglas de conducta y la comida se comparte entre todos los devotos.

El origen de esta festividad andina y cristiana tienen un nombre: Mariano Mayta, un pastor de las alturas que, según la leyenda, tuvo un encuentro con un niño mestizo que decía ser Jesús, el hijo de Dios, quien le pidió que construyera una capilla en la montaña Sinakara.

Después de varias apariciones, una imagen del niño Jesús fue encontrada en el lugar llamado Qoyllurit’i. Allí se construyó la capilla. Allí llegan los hombres y mujeres de las “naciones” cusqueñas.

Allí, también, imponen el orden los “ukukos”, “Pablitos” o Pabluchas”, los personajes principales de la fiesta. Ellos llevan máscaras y vestimentas de lana de alpaca. Hasta hace algunos años, tenían la misión de llevar bloques de hielo a sus pueblos.

Por todas estas características, la festividad del Señor de Qoyllurit’i fue inscrita en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco. Así que ejercítate y abrígate para unirte a esta gran peregrinación andina.

6. Trujillo: Festival Internacional de la Primavera

En una ciudad que se jacta de su clima primaveral, la llegada de esa estación que precede al verano es motivo de alegría. Eso es lo que sucede en Trujillo, la primorosa capital de la región Libertad, en el norte del Perú.

Fue en 1950 que surgiría la idea de organizar un festival en honor a la primavera, a finales de setiembre e inicios de octubre. La iniciativa fue propuesta por Alberto Novoa, uno de los socios del Club de Leones de la capital liberteña.

Desde entonces, quienes visitan Trujillo durante el festival son testigos y partícipes de una serie de actividades artísticas y culturales en las que prima la tradición y la alegría, la música y el baile, especialmente la marinera norteña, la danza nacional del Perú.

Pero el momento cumbre es el Gran Corso de la Primavera, un vibrante desfile de carros alegóricos, comparsas, grupos de danzas folclóricas y el esperadísimo paso de las bastoneras que, con sus sonrisas y rítmicos movimientos, se ganan el cariño de los asistentes. ¿Te animas a ser uno de ellos?

7. Cusco: la mamacha Carmen de Paucartambo

Si hay un lugar en el Perú en el que deberías de estar entre el 15 y 18 de julio, ese lugar es Paucartambo, porque esta provincia cusqueña que es la entrada al parque nacional del Manu, se estremece durante la fiesta de la Virgen del Carmen, la fiesta de su mamacha Carmen.

Durante la celebración los paucartambinos evidencian su fe hacia una imagen que apareció en su tierra en el siglo XVIII y demuestran porque su provincia es considerada como la “Capital Folclórica” del Cusco.

Y es que en este llamativo pueblo de casitas blancas y balcones azules, la religiosidad se demuestra bailando. Son 19 danzas distintas las que verás durante la celebración, resaltando los qhapaq qolla (del altiplano), los qhapaq chuncho (de la selva) y los saqras (diablos), entre otras estampas folclóricas.

El colorido de los trajes y la vistosidad de las máscaras de los danzantes te sorprenderán. Tanto así que es muy probable que quieras llevarte una, como recuerdo de tu experiencia en las procesiones, en los rituales -como la visita al cementerio para honrar a los danzantes fallecidos- y en la espectacular Guerrilla.

¿Una guerrilla en una fiesta religiosa? Sí, eso es lo que ocurre en la plaza principal en la tarde del 17, cuando los qhapaq chuncho y los qhapaq qolla se “enfrentan” para quedarse con la virgen. Los primeros son los vencedores, mientras que los derrotados son llevados al infierno por los saqras.

Te podríamos contar muchísimos más detalles de esta fiesta, pero nos encantaría que tú los descubrieras en Paucartambo

8. Cajamarca: vive el Carnaval

Dicen los cajamarquinos que su carnaval es la fiesta más alegre del Perú. Verdad o mentira, ellos están convencidos de que el entusiasmo, el jolgorio y la vistosidad de sus comparsas y patrullas, es incomparable, además de altamente “contagioso”.

La razón: quienes llegan a Cajamarca durante el carnaval (se realiza en febrero o marzo) se convierten en fervientes seguidores del Ño Carnavalón, la figura principal de la fiesta que antes vivía en las montañas, según los rumores que se escuchan en la ciudad.

Representado como un ser antropomorfo, la leyenda refiere que el carismático personaje bajaba de las montañas durante el carnaval, para animar a la gente a bailar, cantar y disfrutar de la vida, alentándolas a olvidar los problemas y preocupaciones.

Y eso es lo que ocurre en Cajamarca -una región y ciudad en la sierra norte del Perú- donde el furor carnavalero se expresa en guerra de globos con agua, baños de pintura, desfiles de comparsas y patrullas. También en las picantes coplas, cantos ingeniosos e irónicos que son típicos de la región.

Durante la fiesta más alegre del Perú, se realizan diversas actividades, como la entrada y entierro del Ño Carnavalón, la elección de la Reina del Carnaval, el desfile de comparsas, entre otras que te convencerán de que los cajamarquinos no mienten.

9. Cusco: Corpus Christi

En la época incaica los mallquis (momias de los antepasados) eran conservadas, protegidas y sacadas en procesión por las calles del Cusco. Esa era la costumbre, una costumbre que fue proscrita, pero aprovechada por los conquistadores españoles.

En su afán de imponer la fe católica entre los nativos, los mallquis fueron reemplazados por las imágenes de santos y vírgenes. Esa cambio sería el origen del Corpus Christi cusqueño, una celebración multitudinaria que expresa el sincretismo religioso en los Andes.

Las procesiones de 15 santos y vírgenes procedentes de los barrios de la ciudad y que se dirigen a pasar la noche en la Catedral, son la esencia del Corpus Chisti, celebración que se realiza el jueves siguiente a la octava de Pentecostés. 

Las pesadas andas de los patrones cusqueños son cargadas por numerosos fieles. Sus rostros denotan el esfuerzo y la fe, mientras que los músicos y los danzantes que acompañan las procesiones, le dan un toque de alegría al fastuoso desplazamiento.

Pero la celebración va más allá de las plegarias. El Corpus Christi se acompaña con el sabor del chiri uchu (ají frío o plato frio en español) un potaje típico que une en un solo plato ingredientes de la costa, sierra y selva del Perú.

10. Amazonía: San Juan Bautista

En las ciudades, pueblos y comunidades de la extensa, sugestiva y maravillosa selva peruana, el 24 de junio de todos los años se celebra con desbordante algarabía la fiesta de San Juan, en honor al santo que bautizó a Jesús en el río Jordán.

Y, como en la Amazonía hay muchísimos ríos, cataratas y cochas (lagunas), los festejantes aprovechan la ocasión para bañarse, relajarse y purificarse en sus aguas. Esa es una de las tradiciones principales en el día de San Juan.

No es la única. La quema de fogatas y los tumbamontes o yunzas son comunes durante la fiesta. Esta última costumbre consiste en colgar regalos en un árbol, para que los devotos lo “tumben”. Ellos esperan su turno bailando en una ronda. Quien lo derriba será el organizador de la próxima yunza (fiesta).

Pero el símbolo distintivo son los deliciosos y contundentes juanes. Este clásico de la gastronomía amazónica se prepara con arroz y gallina, ingredientes que se envuelven en hojas de bijao (una planta amazónica).

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Cusco: 12 calles famosas llenas de misterio

De tanta amargura amorosa, el marqués va a terminar en el hospital. Todos saben que el susodicho no es un angelito, pero su situación sería distinta si su amigote el almirante no le hubiera presentado a Margarita, esa resbalosa conocida en las calles del Cusco como “la Flor de Coca”.

Una joyita de aquellas que anda con unos tipos con pinta de malvivientes, a los que ha bautizado como sus “siete diablitos”, según cuentan y difunden a los cuatro vientos sus bien informadas vecinas, que andan alborotadas por el romance clandestino entre el marqués y la Margarita.

Lo que sigue de esta historia no se lo vamos a contar por una sencilla razón: ya acabó nuestro recorrido por las calles más famosas del Cusco, calles incas, calles coloniales, calles pintorescas y acaso hasta cómplices de amores y traiciones, cuyos nombres nos tentaron a escribir lo que acabas de leer.

¿Será que en las calles cusqueñas la imaginación se echa a volar? ¿Será que al caminarlas uno se inspira? ¿Será que en una ciudad con tanta historia dan ganas de escribir o crear nuestras propias historias?

Si quieres saberlo aprovecha tu visita al Cusco para recorrer —con calma y con la mente abierta— estas 12 calles que te recomendamos. Quizás terminas sintiéndote como un marqués o un almirante.

1. Calle Siete Angelitos

Suele decirse que el bien y el mal son las dos caras de una misma moneda; pero, en el Centro Histórico del Cusco, la situación es distinta. Aquí, lo bueno y lo malo, lo sublime y lo pérfido, resultaron ser dos calles contiguas.

Todo tiene su origen en la época colonial, cuando una calle que se hizo célebre por ser el escenario de encendidas caricias y amores furtivos, empezó a ser llamada Siete Diablitos, en clara referencia a los siete pecados capitales.

La escandalosa situación generó que Blas de Bobadilla, propietario de una vivienda en la calle vecina, ordenara pintar iconografías religiosas en su casa, las cuales incluían la imagen de siete angelitos. Su objetivo era desanimar a los amantes que caminaban hacia la “perdición” de los siete diablitos.

Y si bien es difícil de saber si consiguió su objetivo, lo cierto es que la calle se quedó con el nombre de Siete Angelitos. El siglo pasado, el alcalde del Cusco, Daniel Estrada Pérez, colocó en este cruce urbano entre el bien y el mal, un angelito tallado en piedra que sostenía el número siete.

Siete Angelitos es ahora es un lugar de interés turístico, donde se entrelazan la historia colonial, las tradiciones locales y la reflexión moral. La pregunta es: ¿en qué calle te gustaría estar?

2. Calle del Marqués de Valleumbroso

De estilo colonial español, esta calle fue trazada sobre un tramo del camino inca. Su nombre hace referencia a Diego de Esquival y Jaraba, el marqués de San Lorenzo de Valleumbroso, personaje ilustre que en 1540 se establecería en el Cusco, ciudad en la ocupó cargos importantes y acumuló gran riqueza.

De Esquival y Jaraba ordenaría la construcción de una casona monumental que se convertiría en la residencia de su familia desde 1560. Con elementos arquitectónicos incaicos y españoles, esta vivienda fue hasta el siglo XVIII una de las más grandes de la ciudad.

En la época republicana, la casa fue la sede de distintas instituciones, desde el Sistema Nacional de Apoyo a la Movilización Social (Sinamos) —un organismo creado en el gobierno revolucionario del general Juan Velasco Alvarado—, hasta la Escuela de Bellas Artes del Cusco.

La calle del Marqués es conocida por su arquitectura colonial, sus balcones de madera tallada y su pavimento con adoquines. Al caminar por esta vía encontrarás tiendas de artesanías, restaurantes, cafés y hoteles boutique. Sin duda te encantará recorrerla.

3. Calle Amargura

Una cuesta empinada, una cuesta tortuosa que los indígenas tenían que remontar una y otra vez, cargando las grandes piedras que serían utilizadas en las construcciones coloniales del Centro Histórico del Cusco

Pasos de explotación y de amargura que ocasionaron tragedias. Hombres que no resistían, se quebraban, se precipitaban por la cuesta. Ellos morían ante la indiferencia de quienes los obligaban a cargar esos bloques líticos.

Esa es la historia de la calle o cuesta de la Amargura, espacio urbano desde el que tendrás bonitas vistas de la ciudad y de los paisajes cercanos, un lugar que evoca momentos aciagos, pero que también es un recordatorio de la resistencia y la resiliencia del pueblo cusqueño.

4. Calle Resbalosa

En la época incaica esta calle empinada y adoquinaba era parte de la red vial del Tawantinsuyo, una de las más impresionantes del planeta, pero lo que realmente te llamará la atención es su nombre en quechua: Sikitakana.

Su traducción al español es muy curiosa y descriptiva: “te golpeas el trasero”. La razón: su pendiente pronunciada y superficie resbaladiza ponía en aprietos a más de un caminante, varios de los cuales terminaban dándose un buen porrazo.

Por tantas caídas la calle sería conocida como Resbalosa, haciendo referencia a su pasado; sí, su pasado, porque ahora, la temida Sikitakana, es una vía tranquila con hoteles y restaurantes. Esta te llevará al mirador San Cristóbal y al parque arqueológico de Saqsaywaman.

5. Calle Hospital

No te sorprendas si no encuentras un hospital en esta calle. Y es que no existe ninguno. Antes sí, en los siglos XVI y XVII funcionó el Hospital de Naturales del Cusco, un nosocomio colonial que atendía únicamente a la población indígena.

La primera piedra para su construcción se colocó el 27 de marzo de 1556 por orden del Cabildo Municipal; pero, como nada es eterno, menos aún en un país sísmico como el Perú, el terremoto de 1650 ocasionó graves daños en la infraestructura hospitalaria.

En 1688 se construiría la iglesia de San Pedro sobre el terreno del hospital. De estilo barroco andino, el templo se encuentra en la plaza del mismo nombre y al frente de turístico mercado de San Pedro. Aprovecha tu visita para probar alguno de los potajes que se ofrecen en este centro de abastos.

6. Calle Garcilaso o de la Coca

Varios nombres para una misma calle. Primero fue conocida como Castillo por una familia española que residía en la zona. Luego la llamaron la calle de los Condenados, por la leyenda de los “dos juramentos fatales” que narra un amor prohibido en el templo de San Francisco.  

Por la leyenda —que algo de cierto debe de tener— se colocaron dos cruces de piedra en la intersección de las calles de la Coca y del Marqués, las cuales serían trasladadas posteriormente a la puerta de la iglesia de San Francisco.

En 1744, quizás para sacudirse de un nombre tan lúgubre como Condenados, la vía empezó a ser llamada Esquivel, en referencia a un ciudadano español. Eso cambiaría en 1746, cuando surgió la denominación calle de la Coca.

El nombre deviene de “la flor de coca”, el apodó con el que se conoció a Margarita Ginés, quien compraría una casa en esta vía, luego de casarse y enviudar.

Actualmente, la calle se llama Garcilaso en honor al ilustre escritor mestizo Inca Garcilaso de la Vega (1539-1616), quien nació en este lugar. Reconocerla es muy fácil porque es la sede del Museo Histórico Regional de Cusco. Cuando estés ahí, anímate a visitarlo. ¡Vale la pena!

7. Calle Loreto

Es una de las calles más antiguas del Cusco. Es una vía cargada de historia que en la época prehispánica unió el Amarucancha (la Casa de la Gran Serpiente) con el Acllawasi (la Casa de las Escogidas). Es una joya arqueológica por el imponente muro de piedra del que fuera el palacio del inca Huayna Capac.

Antes de la llegada de los españoles la llamaban Intik’ijllu, el Callejón del Sol. Fue en la época colonial que tomaría su nombre actual: Loreto, en referencia a la capilla de Nuestra Señora de Loreto que se construyó en esta calle. 

Loreto es, sin duda alguna, una de las calles más hermosas y representativas del Cusco, por lo que deberías recorrerla varias veces. Te aseguramos que en cada ir y venir, descubrirás un detalle que antes no habías visto.

8. Calle Hatun Rumiyoc

Si quieres que tus pasos recorran un camino sagrado, explora la calle de la roca grande. Esta vía incaica conectaba centros ceremoniales y administrativos en aquellos tiempos en los que el Cusco era el ombligo del mundo andino.

En la Hatun Rumiyoc (la Calle de la Roca Grande) te impresionará el muro de piedra del que fuera el palacio de Inca Roca y la famosa piedra de los 12 ángulos, una magnífica muestra de la destreza y habilidad de los arquitectos prehispánicos.

Convertida en un símbolo de la ciudad y la cultura andina, la piedra atrae las miradas de todos los viajeros, por lo que hay que esperar y tener un poquito de paciencia para observarla a plenitud.

Aprovecha tu caminata para admirar las construcciones coloniales que se erigieron sobre los antiguos palacios de los hijos del Sol. Esa fusión de estilos es parte de la esencia del Cusco actual, del Cusco andino e hispano que es Patrimonio Cultural de la Humanidad.

9. Cuesta del Almirante

Francisco Alderete Maldonado es el almirante que inspiró el nombre de esta cuesta cusqueña. Y no es que el mencionado haya sido un héroe de esos que aparecen en los libros de historia. Su mayor mérito fue el ordenar la construcción de su casa en el siglo XVII.

Por su portada renacentista y su espectacular muro incaico, la casa del Almirante es un ejemplo notable de la arquitectura cusqueña colonial, tanto así, que la cuesta terminó adoptando el nombre de su construcción más representativa.

Con el paso de los años y de los siglos, la residencia colonial tuvo diversos usos. Fue sede del Arzobispado del Cusco y de la Casa de Gobierno del Mariscal Andrés de Santa Cruz, el impulsor de la Confederación Perú-Boliviana.

Hoy sus ambientes son las salas del Museo Inka que exhibe una importante colección de ceramios, tejidos, herramientas agrícolas, entre otras piezas preincaicas e incas. La Cuesta del Almirante es un punto turístico destacado en Cusco. Anótalo en tu agenda y déjate sorprender por su relevancia histórica, arquitectónica y cultural.

10. Calle Siete Diablitos

¡Diablos!… siete diablos perversos y traviesos merodeaban por una de las calles del Cusco colonial, causando espanto entre los residentes y visitantes. Eso es lo que se decía en aquellos tiempos. Eso es lo que se cuenta hasta ahora, cuando los viajeros preguntan el porqué de ese nombre infernal.

Durante tu visita, concéntrate en gozar la caminata por esta calle estrecha y empedrada, además de admirar sus casas coloniales bien conservadas y llenas de misterio, varias de las cuales son ahora tiendas artesanales, restaurantes y café.

La calle Siete Diablitos es un lugar popular que nos recuerda la influencia del folclore y la tradición oral en la vida cotidiana de los cusqueños.

11. Calle Choquechaka

En los Andes, los incas trazaron una enorme red vial que unía las cuatro regiones o suyos de su imperio. Con la llegada de los españoles, varios tramos del Qhapaq Ñan o Gran Camino, se convirtieron en calles o vías urbanas.

Ese es el caso de Choquechaka, nombre quechua formado por los vocablos “chuqui” y “chaka” que unidos significan “puente de oro o de cobre”. En el Cusco virreinal este tramo del camino inca fue rebautizado como Almudena.

Cuando lo visites te llamarán la atención sus casas coloniales y republicanas, entre las que resalta la casa de Choquechaka. Identifícala por su numeración (366-384).

Más que una calle, Choquechaka es ahora un importante eje turístico y comercial en el Centro Histórico del Cusco.

12. Calle Tambo de Montero

Reuniones clandestinas y ceremonias religiosas secretas, se realizaban en 1643 en el tambo o posada del español Pedro Montero de Espinosa. Los rumores que iban y venían describían a un grupo de judíos que profanaban la fe católica de diversas maneras, incluyendo sendos latigazos a una imagen de Cristo.

Ante los crecientes rumores, las autoridades civiles y eclesiásticas no se contentaron con poner el grito en el cielo. Ellos actuaron de manera implacable al allanar, apresar y confiscar los bienes de Montero. Suerte parecida corrieron sus presuntos cómplices.

Los detenidos por órdenes del corregidor enviado al Cusco por el virrey Pedro de Toledo y Leyva, marqués de Mancera, fueron trasladados a Lima donde fueron juzgados por el Tribunal del Santo Oficio, la temida Santa Inquisición.

La historia de la calle Tambo de Montero está marcada por aquellas reuniones. Lo que sucedió en esos encuentros clandestinos es, y seguirá siendo, un misterio y una intriga.

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La bandera del Cusco: Controversias

Los siete colores del arcoíris se convirtieron en bandera y flamean en el cielo del Cusco. Al verla, muchos viajeros la confunden o creen que es el emblema del orgullo LGBTQ+, lo que despierta su curiosidad por conocer algo más de este símbolo que genera controversia.

Entre la extrañeza de algunos y la incomprensión de otros, lo fundamental es comprender que más allá de sus evidentes similitudes, la bandera cusqueña y la del orgullo LGBTQ+ representan diferentes identidades y luchas.

Ten en cuenta que ambos símbolos expresan la historia y la herencia de comunidades específicas, además de reflejar sus valores, creencias y luchas. Las dos banderas tienen un significado profundo y personal para quienes la reconocen como propia.

Conocer ese significado es esencial para promover la tolerancia y la comprensión entre diferentes culturas y grupos de identidad.

En busca de ese objetivo, en este artículo te ayudaremos a distinguir la importancia de la bandera del Cusco y la del movimiento LGBTQ+. Su reconocimiento pleno contribuirá a la promoción de la diversidad y la inclusión en nuestra sociedad globalizada.

¿Los incas tenían banderas?

Al igual que otras culturas precolombinas, los hijos del Sol no tenían una bandera en el sentido moderno de la palabra. En esta parte del mundo, los pueblos y civilizaciones crearon sistemas complejos de comunicación visual y simbología.

María Rostworowski, historiadora e investigadora peruana, menciona que no existieron banderas en el antiguo Perú, pero que los incas tenían una variedad de símbolos visuales para representar su autoridad y su identidad como imperio.

Los emblemas, estandartes y símbolos textiles se utilizaban en ceremonias, rituales y batallas para identificar a las unidades militares o representar a la autoridad real.

La noción de una bandera en el mundo andino como la que entendemos hoy, surgiría con la llegada de los españoles y el posterior desarrollo de los estados-nación modernos.

Una bandera contemporánea

Era hasta cierto punto extraño que el Cusco, una ciudad con raíces culturales tan profundas, no tuviera una bandera. La inexistencia de un símbolo que se convirtiera en un factor de integración e identidad, fue la razón por la que una emisora radial convocó a un concurso para crearla en 1973.

La iniciativa fue recibida con entusiasmo por la audiencia de radio Tahuantinsuyo, deseosa de tener una bandera que representara la historia y la identidad incaica de su tierra.

El diseño ganador tenía siete franjas horizontales de igual tamaño con los colores del arcoíris, los cuales representan la diversidad cultural y natural de la ciudad y el imperio fundado por Manco Capac y Mama Ocllo.

El 9 de junio de 1978, el alcalde Gilberto Muñiz Caparó la instauró como la bandera oficial del Cusco. Desde entonces es utilizada en actos oficiales, ceremonias cívicas, festividades regionales y protestas sociales.

LGBTQ+: el otro arcoíris

Lejos del Cusco, el 25 de junio de 1978, el artista estadounidense y activista gay, Gilbert Baker, crearía la famosa bandera que representa la diversidad y la inclusión de la comunidad LGBTQ+ (lesbianas, gays, bisexuales, transgéneros y queer).

Exhibida por primera vez en la Marcha del Orgullo de San Francisco, su creador se inspiró en el arcoíris, un fenómeno natural colorido, hermoso y universalmente reconocible.

El diseño original tenía ocho franjas de colores, a las que Baker les dio el siguiente significado: rosa (sexo), rojo (vida), naranja (sanación), amarillo (sol), verde (naturaleza), turquesa (arte y magia), azul (serenidad) y violeta (espíritu). En 1979 las franjas rosas y turquesas fueron suprimidas.

Pero más allá del número de franjas, la bandera es un símbolo reconocible de solidaridad y apoyo a la lucha por los derechos de la comunidad LGBTQ+, en un mundo que todavía discrimina, criminaliza y persigue a las personas con orientaciones sexuales e identidades de género diferentes.  

¿Cuáles son las diferencias entre las dos banderas?

Diseños similares, pero no idénticos y, para evitar confusiones, te enseñaremos a diferenciarlas:

  • La bandera cusqueña tiene siete franjas horizontales de igual tamaño y de colores vibrantes. Estos suelen ordenarse así: rojo, naranja, amarillo, verde, celeste, azul oscuro y violeta.
  • Desde el 2021, la bandera del Cusco lleva el Sol de Echenique, una pieza prehispánica que es el símbolo y el escudo de la ciudad. 
  • La bandera LGBTQ+ tiene seis franjas horizontales. El orden de sus colores es: rojo, naranja, amarillo, verde, azul claro y violeta. Si bien existen variaciones en el número y el orden de las franjas, el diseño básico es ampliamente reconocido como el símbolo de la comunidad LGBTQ+.

La importancia de reconocer las banderas

  • Diferenciar las banderas te permitirá entender el significado e importancia de cada una. Así evitarás malentendidos y mostrarás tu consideración hacia las comunidades que son representadas por ambos símbolos.
  • Te permitirá comprender mejor el contexto en el que son utilizadas y te llevará a valorar las importancia que estas tienen para los cusqueños y la colectividad LGBTQ+.
  • Reconocer la bandera del Cusco y la LGBTQ+, favorece y fomenta la diversidad cultural, la inclusión, la tolerancia y el respeto a la identidad sexual. Todos estos valores contribuyen a generar una sociedad más justa y solidaria.
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Cusco: 7 secretos de la plaza de Armas

Deslumbrados por la belleza, la mística y el ambiente cosmopolita del corazón histórico y urbano del Cusco, los viajeros concentran sus miradas en la pileta de hierro fundido coronada por la imagen del inca, en la fachada renacentista de la Catedral y en los portales con sus arcos de piedra labrada.

También aprovechan su visita para comprar una que otra artesanía, degustar un buen plato típico o de comida internacional y, finalmente, sentarse en una de las bancas para ver pasar el tiempo y, tal vez, hacer amigos con los cuales compartir su experiencia en la antigua Huacaypata, como era llamada la actual plaza de Armas.

Pero eso no son todos los atractivos. La plaza alberga algunos secretos y detalles fascinantes que suelen ser ignorados. Te invitamos a descubrir esas curiosidades que te transportarán a través del tiempo y la historia del Cusco ancestral.

1. La placa conmemorativa a Tupac Amaru II

En 1780 y 1781 el grito rebelde de Tupac Amaru II remeció las montañas cusqueñas y los cimientos del virreinato del Perú, que se extendía en gran parte del territorio sudamericano.

La gesta del cacique indígena nacido en Surimana (provincia de Canas, Cusco) bajo el nombre de José Gabriel Condorcanqui, comenzaría el 4 de noviembre de 1780 en la localidad de Tinta, con la captura del corregidor Antonio de Arriaga.

Después de varios enfrentamientos, el rebelde sería apresado el 6 de abril de 1781. En mayo, el visitador José Antonio de Arreche emitiría una sentencia condenatoria contra Tupac Amaru II, su esposa Micaela Bastidas y sus principales colaboradores.

La sentencia se cumpliría el 18 de mayo en la plaza de Armas del Cusco. Ese día, las extremidades del cacique fueron atadas a las patas de cuatro caballos. Querían descuartizarlo, pero no pudieron. Finalmente, el cacique sería decapitado.

El suplicio de Tupac Amaru II es recordado en la placa conmemorativa que se encuentra el paraninfo de la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco. Es una manera de honrar a uno de los líderes más importantes de la resistencia indígena en la América española.

2. El reloj de la Catedral

Cuando estés frente a la Catedral, fíjate con detenimiento en el reloj que está en su fachada, entonces, verás que las horas están representadas en números romanos. Luego, observa con atención el número cuatro y te llevarás una sorpresa.

Y es que en el reloj de la Catedral el cuatro en romanos no está escrito así: IV. Su grafía es distinta: IIII. ¿Es un error que durante siglos nadie se atrevió a corregir?

La respuesta es no. Se sabe que en los primeros relojes mecánicos el número cuatro se representaba de esa manera, para mantener una simetría visual. Esa es una teoría. Hay otras que hacen referencia a un relojero despistado que se equivocó. Esto generaría la ira de un rey que lo mandó a ejecutar.

Después de esa tragedia, sus colegas —en un valeroso gesto de rebeldía—, empezarían a colocar el IIII en todos los relojes que fabricaban.

3. La placa de Rodney Collin

Aquí dio su vida Rodney Collin para proyectar la armonía, mayo 3 de 1956”, se lee en una placa colocada en el piso de la nave izquierda de la Catedral del Cusco.

Pocos la ven y, quienes lo hacen, desconocen que Collin fue un pensador y escritor místico británico, célebre por su interés en la filosofía esotérica y la sabiduría tradicional.

Sus publicaciones sobre el Cuarto Camino combinan elementos de psicología, misticismo y desarrollo personal. Su pensamiento es fundamental y mantiene su vigencia en los círculos esotéricos y filosóficos

La relación de Collin con el Cusco tuvo un final trágico. El 3 de mayo de 1956, como se indica en la placa, el místico británico sufrió un paro cardíaco, cayendo desde el campanario de la Catedral.

Ese fue el final de una vida dedicada a la búsqueda espiritual y al estudio de las enseñanzas místicas. Collin, legó a la humanidad obras como El desarrollo de la luz y La teoría de la influencia celestial, que incluyen textos sobre la evolución espiritual, la conciencia y el propósito de la vida humana.

4. El inca que fue un apache

Un apache en vez de un inca en la pileta ornamental de la plaza de Armas. Difícil de creer y de entender, pero es verdad. Eso sucedió en el siglo pasado, cuando el estadounidense Albert Giesecke, rector de la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco, adquirió en Philadelphia la escultura de un indio norteamericano.

Hay diversas versiones sobre este hecho, pero lo indiscutible es que la escultura fue colocada sobre la pileta de hierro fundido de estilo republicano. Esta fue adquirida a la empresa estadounidense Janes, Kirtland & Co e instalada en el centro de la plaza en 1872. Ubicación que mantiene hasta hoy.

No sucede lo mismo con el apache que, en el 2011, fue “desalojado” por el alcalde provincial del Cusco, Luis Flórez, quien decidió reemplazar al “intruso” norteamericano por la imagen de un inca que representara las raíces históricas de la ciudad.

Su decisión generó polémica y muchas discusiones. Las voces en contra alegaban que el cambio era un atentado contra el patrimonio histórico y cultural de la ciudad. Otros, vieron el reemplazo como un acto de reivindicación y reconciliación histórica con las raíces andinas y las culturas precolombinas del antiguo Perú.

Con o sin polémicas, el inca que representa a Manco Capac (primer gobernante) sigue en lo más alto de la pileta, siendo uno de los mayores atractivos de la plaza de Armas. No dejes de tomarle una foto y recordar esta historia cuando estés frente a él.

5. Inscripción de la fundación

Cuando el Cusco era amenazado por las fuerzas rebeldes de Manco Inca, Santiago Apóstol descendió de los cielos para luchar y apoyar a los conquistadores.

El relato es similar al que describe el triunfo ibérico sobre los moros y fue utilizado para justificar la expansión y la conquista española del llamado Nuevo Mundo.

Actualmente, es difícil leer las dos inscripción que se encuentran en el templo de El Triunfo en la Catedral del Cusco, por lo que nosotros la transcribimos para ti.

En la primera inscripción dice: “En este lugar, galón, años después iglesia, donde puso sus plantas María Madre de Dios ostentando su poder, haciendo cielo este sitio y victoria de batalla feliz de la conquista, asombrando un sinnúmero de indios, apagando el incendio de estos bárbaros, amparando a los españoles, plantando la fe y convirtiendo a estos gentilísimos, eligiendo como a patrona de sus triunfales aras, año 1664.»

El texto de la segunda es el siguiente: “De este mismo sitio fue visto salir el Patrón de las Españas Santiago Apóstol a derribar los bárbaros en defensa de la predicación evangélica y atónita la idolatría veneró Rayo al hijo del Trueno rindiendo homenaje al cetro hispánico guerreando. Año 1664”.

Inscripciones de fe y de conquista. Ayuda divina para consolidar la presencia hispana en el Cusco incaico. Así fue escribiéndose la historia de una de las ciudades más impactantes del mundo. De eso te darás cuenta cuando estés aquí, recorriendo sus calles, explorando su plaza de Armas.

6: La cruz de la calle del medio

En la intersección de las plazas de Armas y Regocijo, en una vía que por su ubicación es llamada la calle del Medio, verás una cruz de piedra tallada que se levanta sobre una base robusta.

De origen colonial, este símbolo religioso tiene una historia particular que aparece en la obra Tradiciones cusqueñas de Clorinda Matto de Turner, una figura fundamental de la literatura femenina e indigenista en el Perú. 

El relato de Matto de Turner revela que el próspero comerciante Francisco Cartagena, contaba con la leal amistad y colaboración de Fermín Alarcón y su esposa Maruja.

Su confianza era tan profunda que cuando tuvo que ausentarse de la ciudad por razones familiares, le encargó todos sus negocios y bienes a Fermín.

El tiempo pasó y Francisco retornaría al Cusco. Su sorpresa fue grande cuando su amigo lo ignoró por completo. Desesperado, desafió a Fermín a negar ante Dios y en una misa que ambos se conocían.

Su examigo lo hizo, deshonrando su juramento y tratando de engañar a Dios. Ese fue su gran error. A partir de ese momento la vida de Fermín se fue consumiendo poco a poco, hasta que murió trágicamente en la esquina de la calle del Medio. Tiempo después se pondría la cruz que verás en tu visita al Cusco.

Tras la muerte de su esposo, Maruja por temor o arrepentimiento devolvió todos los bienes a Francisco. Ese fue el acto final de un oscuro capítulo marcado por la traición y la codicia, y, a la vez, una lección sobre la importancia de la lealtad y la honestidad.

7. La casa del portal de Carnes

En 1950 la tierra tembló con furia en el Cusco. Después del sismo, una casa antigua de tres pisos que se encontraba en el portal de Carnes y la calle Suecia, tuvo que ser derribada para facilitar el tránsito en la plaza de Armas.

No fue la única construcción que corrió esa suerte. El arco que estaba al lado y permitía el acceso de vehículos motorizados, fue reemplazado por un arco de medio punto y tres arcos que, hasta hoy, es el ingreso peatonal a la calle Suecia.

La fotografía que mostramos es de la casona del portal de Carnes que, en sus inicios, fue llamado el portal del Comisario, porque ahí vivía el inquisidor mayor. Posteriormente sería llamado portal de Carnes o de Zapatos.

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Cusco: 15 lugares mágicos en el Valle Sagrado

No existen los pecados viajeros, pero si estos existieran, el dejar de visitar el Valle Sagrado de los Incas sería uno de ellos. Y no un pecadillo venial sino uno verdaderamente grave, de aquellos que solo se perdonan con mucha contrición y penitencia.

Y como más vale prevenir que lamentar y lo mejor es que estés libre de pecados —incluso de los que no existen— te mostraremos un listado de 15 lugares mágicos que te están esperando en un valle donde la historia, la cultura y la tradición están enmarcadas dentro de un paisaje de montañas y nevados.

Regado por las aguas serpenteantes del río Urubamba, en el Valle Sagrado la Mamapacha (Madre Tierra) es generosa y ofrece sus mejores granos y frutos, mientras los Apus (las montañas protectoras) se yerguen como férreos guardianes de los hombres y mujeres que trabajan en el campo.

Rutas de aventura, mercados coloridos y zonas arqueológicas que revelan la trascendencia de la civilización incaica, son solo algunas de las experiencias viajeras que te librarán del pecado y te permitirán disfrutar, gozar, relajarte, conectarte con la naturaleza y aprender más de la cultura andina.

Eso es lo que te ofrece el Valle Sagrado. Eso es lo que conocerás y vivirás intensamente si sigues nuestros consejos.

1. Conocer las terrazas agrícolas de Moray

Sembrar y cosechar, también experimentar. Eso es lo que hacían los incas en Moray, donde verás terrazas circulares y escalonadas —semejantes a un gran anfiteatro— diseñadas con fines de investigación agrícola.

Sociedad respetuosa de la Mamapacha (Madre Tierra), los ingenieros andinos sembraban diversos cultivos en las terrazas para perfeccionar sus técnicas agrarias, además de evaluar la adaptación y el comportamiento de las plantas en determinadas alturas y microclimas.

Moray, a 53 km del Cusco y a 3385 m s.n.m., no solo te gustará por sus terrazas agrícolas sino, también, por su entorno paisajístico, una característica que se mantiene en todo el valle.

2. Explorar la Ciudad Inca Viviente

Ollantaytambo: el pueblo, las calles estrechas, las casas de piedra, el parque arqueológico y el tren que anuncia su salida a Machu Picchu. Estas son algunas de las pinceladas turísticas de la “Ciudad Inca Viviente”, como es llamado este rincón montañoso del Valle Sagrado.

Un destino vibrante que mantiene su trazado incaico. Aquí te acercarás a la cultura y las costumbres andinas. También conocerás una de las zonas arqueológicas mejor conservadas del Cusco. Hay quienes creen que fue una fortaleza, pero es muy probable que haya sido un tambo (lugar de alojamiento).

Por su estratégica ubicación (a 61 km del Cusco y a 2792 m s.n.m.), Ollantaytambo es una parada estratégica para los viajeros que se dirigen a Machu Picchu por vía férrea o a través del camino inca.

3. Ir de compras al mercado de Pisac

Si te encantan las compras, si te gusta la artesanía y si quieres conocer los frutos de la Mamapacha, tienes que explorar el mercado o feria popular de Pisac, donde se vende de todo un poco, donde se negocia y regatea, donde te acercarás más a las costumbres y tradiciones andinas.

Colorido, animado y siempre en ebullición, en el mercado encontrarás una gran variedad de artesanías (textiles, ceramios, joyas, esculturas de madera, trabajos en cuero, etcétera) y de productos agrícolas (papas nativas, el maíz gigante del Valle Sagrado, ollucos, habas y hierbas y especias).

Eso no es todo. También se ofertan insumos y productos para realizar los tributos a la tierra y otros rituales andinos. No te contamos más para que te quedes boquiabierto en el mercado, en la zona arqueológica y en el pueblo de Pisac, localizado a 30 kilómetros del Cusco y a 2972 m s.n.m.

4: Fotografiar el valle desde Taray

Antes o después de comprar de todo un poco en el mercado de Pisac, visita el mirador de Taray, donde podrás capturar excelentes vistas de la cordillera de Vilcabamba, el cañón del río Urubamba y los llamativos campos de cultivo del valle.

Eso es lo que verás desde este mirador, punto estratégico para hacer fotografías magníficas de la geografía cusqueña, respirar el aire revitalizador de las montañas andinas e imaginar cómo habría sido este lugar en la época incaica.

Localizado al lado de la carretera que une Cusco con Pisac, en Taray podrás adquirir diversas artesanías, por si te faltó comprar un souvenir en la feria popular.

5. Probar la sal de Maras

Un pueblo de casas coloniales con portadas esculpidas de piedra. Una mina de sal con más de cuatro mil pozas, dispuestas en terrazas escalonadas que descienden hacia el valle. Dos en uno en Maras, un destino singular a 41 km del Cusco y a 3330 m s.n.m.

Una excelente combinación. Del pueblo —con su iglesia virreinal, sus calles empedradas y sus casas con vistosas portadas—, a las salineras en las que, desde tiempos prehispánicos, se extrae la sustancia que le da sabor a las comidas.

Aprovecha tu visita para comprar y probar la excelente sal de Maras. También hay artesanías y otros productos fabricados con este mineral comestible.

6. Manejar una cuatrimoto en Maras

Si quieres acceder a lugares imposibles para los vehículos convencionales. Si quieres explorar áreas remotas y poco transitadas. Si quieres experimentar la adrenalina en caminos sinuosos, senderos empinados y zonas rocosas… ¡Atrévete a manejar una cuatrimoto Maras!

Rodeado de impresionantes paisajes naturales y culturales, Maras es el escenario perfecto para emprender una travesía en cuatrimoto. Al volante vivirás momentos cargados de emoción y adrenalina en uno de los mejores lugares del Valle Sagrado de los Incas.

7. Aprender a trabajar la tierra 

Compartir, conversar, aprender. Anímate a vivir de una manera distinta tu travesía en el Valle Sagrado, entonces, sembrarás el campo con técnicas ancestrales y participarás en rituales en agradecimiento a la tierra y las montañas. Sí, serás un comunero más que respeta y conserva las tradiciones y costumbres andinas.

El turismo vivencial te permitirá conectar de una manera única con los ciudadanos del valle. Ese acercamiento te brindará una perspectiva distinta del estilo de vida de los hombres y mujeres que trabajan el campo, como los hacían sus padres y abuelos.

Ten en cuenta, además, que el turismo vivencial beneficia directamente a los pobladores locales, mejorando su economía, promoviendo el desarrollo sostenible y realzando la importancia de su cultura.

8. Rendirle tributo a la Mamapacha

En las alturas y en los valles andinos, los descendientes de los pueblos prehispánicos mantienen su relación de respeto y cariño con el sol, la tierra, el agua y las montañas.

Esa relación se expresa y manifiesta a través de ceremonias y rituales de profundo significado. Estos son parte integral de la cosmovisión andina y permiten conectarse con la naturaleza, para agradecerle a la tierra por sus frutos o pedirles protección a las montañas.

Los tributos a la tierra son llamados «pagos» o «pagapus», aunque esta denominación es discutida porque la ceremonia no es una transacción comercial.

La Mamapacha no cobra ni exige una remuneración para producir. Eso lo saben los comuneros que la honran y le agradecen con corazón, fe y esperanza. Ellos preparan ofrendas con productos agrícolas, caramelos y otros alimentos que entierran en un hoyo.

Mientras lo hacen pronuncian oraciones en quechua, fuman un cigarrillo sin filtro, mastican hojas de coca y brindan con ron o aguardiente. Tú puedes estar allí, con ellos, aprendiendo y homenajeando a la tierra. Verás que es una experiencia intensa, mística, telúrica.

9. Pedalear en un camino de tierra

Ni en auto ni a pie, mejor una escapadita en bicicleta para explorar a puro pedal los caminos rurales del Valle Sagrado de los Incas.

Andar en bicicleta por senderos sin asfalto que bordean campos de cultivos. Bajar la marcha para saludar a los hombres y mujeres que trabajan la tierra o detenerse en un pueblo tradicional con la intención de recuperar fuerzas, son parte de una travesía que se complementa con vistas espectaculares de las montañas, el río y los andenes prehispánicos (terrazas de cultivo en los cerros).

Toda una aventura que te dejará recuerdos imborrables. Un auténtico reto que debes asumir con responsabilidad y precaución, para que te diviertas al máximo en tus vacaciones en el Cusco.

10. Probar la gastronomía del valle

Prepárate para disfrutar una fiesta de sabores y buena sazón en los restaurantes del Valle Sagrado de los Incas, donde las cocinas se nutren con los exquisitos y variados productos agrícolas que se cosechan en esta tierra bendita, en esta tierra fértil y pródiga.

Papas nativas, quinua, maíz y diversidad de frutas, son algunos de los insumos andinos que utilizan las cocineras que aprendieron su arte en un fogón familiar y los chef que perfeccionaron sus técnicas en refinadas escuelas, para preparar delicias que respetan las tradiciones o atrevidas propuestas que saben a fusión.

No dejes pasar la oportunidad de descubrir la comida del valle. Sea en un mercado o en un gran restaurante, tu paladar quedará profundamente agradecido. Tan agradecido que querrás probar un platito más.

11. Conocer el arte textil de Chinchero

La iglesia colonial, el parque arqueológico y el mercado artesanal, son la trilogía turística de Chinchero, distrito localizado a 30 kilómetro del Cusco y 3754 m s.n.m.

El templo es del siglo XVII y se erigió sobre el palacio del inca Tupac Yupanqui, el parque arqueológico conserva andenes, terrazas y adoratorios; y, en el mercado artesanal, se producen, exhiben y comercializan hermosas piezas de arte textil.

En el mercado y en las tiendas artesanales aprenderás sobre el proceso de producción, verás exhibiciones en vivo de tejido en telar, te explicarán el significado de la iconografía que utilizan y escucharás historias fascinantes sobre este distrito.

Después de toda esa vivencia y aprendizaje, comprenderás la importancia del arte textil. Te darás cuenta de que es una labor que implica constancia y creatividad y valorarás el esfuerzo de las tejedoras por mejorar su economía y mantener el legado de sus antepasados.

Si te gusta una chompa, una chalina, un bolso o cualquier otro producto, trata de comprarlo. Al hacerlo estarás apoyando a los artesanos locales y a sus familias, además, contribuirás a mantener viva la tradición textil andina.

12. Hacer canotaje en el Urubamba

El río, los rápidos, la emoción, la aventura. La adrenalina al tope. Los embates del agua. La voz del guía que ordena remar; pero, estás cansado… ¡No importa! Tienes que seguir. No le puedes fallar a tus compañeros. Todos juntos. Todos unidos para mantenerse a flote y seguir navegando en el Urubamba.

Y no tienes que ser un experto con los remos. El Urubamba tiene diferentes secciones para la práctica del canotaje. Desde zonas moderadas hasta rápidos vertiginosos que son un auténtico desafío. Tú eliges de acuerdo con tu experiencia y destreza en los ríos.

Durante tu descenso verás construcciones incas en las colinas cercanas y pueblos tradicionales en las orillas fluviales. Esta combinación de aventura, paisajes estupendos y estampas culturales, le agregan una dosis extra de emoción a tu travesía.

Antes de partir, asegúrate de contratar un operador con guías expertos y conocedores del río. Recuerda que la seguridad es lo más importante en las actividades de adrenalina.

13. Relajarse en los baños de Lares

Imagina terminar una jornada gloriosa en el Valle Sagrado de los Incas, en una aguas termales que te ayudarán a aliviar el cansancio y, de paso, rejuvenecerán tu piel. ¿Suena bien?… entonces, hazlo realidad en el distrito de Lares, a 98 kilómetros del Cusco y 3171 m s.n.m.

Las aguas termales de Lares contienen calcio y magnesio, minerales que ayudan a atenuar los dolores musculares y articulares, además de mejorar la circulación sanguínea.

Otra de sus propiedades es la de limpiar y revitalizar la piel, dejándola suave, tersa y rejuvenecida. Así que, aparte de relajarte, volverás al Cusco con una tez radiante y saludable.

14. Caminar hacia Machu Picchu

Si bien sería exagerado afirmar que todos los caminos llevan a la mayor obra arquitectónica de los incas; lo que sí se puede decir sin faltar a la verdad, es quemás de un sendero te conducirá Machu Picchu, una de las nuevas siete maravillas del mundo.

La ruta más conocida y ambicionada por los senderistas es el camino inca a Machu Picchu. Una vía histórica. Un tramo pedestre de belleza indescriptible. Un trayecto de 42 kilómetros entre montañas y construcciones de piedra. Una aventura de cuatro días que quedará grabada en tu memoria.

La recompensa a tu esfuerzo será ingresar a Machu Picchu por Inti Punku (la Puerta del Sol). Al cruzarla te darás cuenta de que cada paso, cada gota de sudor, cada respiración entrecortada en las abras (los puntos más altos de la ruta), cada noche de sueño ligero en los campamentos, fueron vivencias perfectas, justas, necesarias.

Si no puedes enrumbar por el camino inca (recuerda que los cupos son limitados) tendrás otras opciones largas y exigentes, como las rutas Salkantay-Machu Picchu y Choquequirao-Machu Picchu.

Si buscas un tramo más corto, camina desde Aguas Calientes (el pueblo donde te dejará el tren) hacia Machu Picchu. También es posible andar desde la zona conocida como Hidroeléctrica. Ambas rutas se hacen en cuestión de horas.

15. Aprender más de Machu Picchu en un museo

Si quieres tener un mayor entendimiento de la llaqta (ciudad) incaica, tienes que visitar el Museo de Sitio Manuel Chávez Ballón. Sus salas ofrecen, a través de exhibiciones multimedia, paneles informativos y piezas arqueológicas, una perspectiva histórica de Machu Picchu y de la civilización incaica.

Si lo deseas, un guía experto te acompañará durante el recorrido. Él te ayudará a contextualizar mejor lo que estás viendo y sus aportes enriquecerán tus conocimientos sobre el Perú prehispánico.

El museo se encuentra a la altura del antiguo puente Ruinas, en la vía que une el pueblo de Aguas Calientes con la zona arqueológica. ¡Visítalo! para que cierres de la mejor manera tus vacaciones en el Valle Sagrado de los Incas.

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Maras: un salar en la montaña

En un valle donde los campos verdean y las montañas resaltan en el cielo azul, existe un lugar que rompe ese paisaje de ensueño. Es un quiebre abrupto, tal vez inesperado, acaso inexplicable al primer vistazo.

¿Qué son esas terrazas escalonadas y esas pozas inundadas? ¿Qué hacen aquellos hombres armados con palas y sacos? Es lo que te preguntarás al llegar a las salineras de Maras, uno de los atractivos más extraños y singulares del Valle Sagrado de los Incas en el Cusco.

Aquí no hay ciudades ni fortalezas construidas con piedras gigantescas. Tampoco andenes agrícolas “esculpidos” en los cerros ni caminos prehispánicos que te llevarán a zonas arqueológicas que revelan la grandeza de los incas.

En Maras hay sal, mucha sal procedente de un manantial subterráneo rico en minerales. Sus aguas fluyen en miles de pozas o “piscinas” construidas en terrazas escalonadas en la ladera de la montaña Qoripujio.

Son más de cuatro mil y todas tienen un tamaño y forma diferente. En ese “enjambre” de pozas, los comuneros recolectan de manera artesanal ingentes cantidades de sal. Ellos no son los primeros. La extracción de este mineral se remonta a la época prehispánica.

La sal rosada de Maras es apreciada por su calidad y pureza. Su comercialización es una importante fuente de ingresos para los pobladores locales, aquellos que verás trabajar esforzadamente, mientras recorres las terrazas que quiebran el paisaje del valle, para crear un paisaje impactante que te dejará absorto.

¿Dónde están las salineras?

Al norte del Cusco y a menos de 50 kilómetros de la antigua capital incaica, se encuentran las salineras de Maras (provincia de Urubamba). Su cercanía facilita el acceso y la visita a las pozas. La distancia no es una excusa. ¡Tienes que visitarlas!

El origen de la sal

En los Andes siempre hay una leyenda que explica el origen de las cosas. En lo que respecta a Maras, se cuenta que las aguas saladas del manantial son las lágrimas de furia e impotencia de Ayar Cachi. Él fue encerrado en una cueva por sus hermanos, para evitar que se convirtiera en uno de los fundadores del Cusco.

La leyenda de los hermanos Ayar explica el génesis de la cultura inca. Esta refiere que cuatro hermanos y sus esposas, recibieron el encargo de fundar un imperio. Juntos salieron para cumplir las órdenes de su padre el Sol, pero el grupo se fue reduciendo por desacuerdos entre ellos.

Ese es el origen legendario de Maras. El otro, el origen científico, revela que la finísima sal rosada proviene de depósitos subterráneos, formados por la evaporación de antiguos mares y lagos.

Los depósitos de sal fueron elevados hacia la superficie por procesos geológicos, junto con los manantiales existentes en la zona. Si a estos factores le sumamos el clima seco y soleado del valle, se presentan las condiciones ideales para la cristalización de la sal.

En la época prehispánica se construyeron andenes en las laderas de las montañas cercanas, para aprovechar el agua salada de los manantiales. Estas perduran hasta hoy, porque la tristeza de Ayar Cachi parece ser eterna.

Propiedades de la sal de Maras

Ciento por ciento natural y con alto contenido de minerales. Ese es el “secreto” de la sal rosada de Maras que, por su calidad incomparable, es muy valorada en la gastronomía, en la aromaterapia y en la industria alimentaria.

En cuanto a su composición, la sal extraída desde tiempos inmemoriales en las pozas de Maras, contiene calcio, magnesio, potasio y zinc, entre otros elementos muy beneficiosos para la salud ósea.

Por su bajo contenido de sodio —menor al de la sal refinada común— es una buena alternativa para las personas con problemas de presión arterial alta.

De suave textura y ligeramente dulce, la sal de Maras se produce de forma tradicional, sin el uso de aditivos ni procesamientos químicos, siendo una opción natural frente a productos similares que se ofertan en los mercados.

¿Cómo llegar a las salineras?

Maras: un salar en la montaña

Visitar los andenes de sal no es una misión imposible ni una aventura reservada para curtidos exploradores. Todo lo contrario. Desde el Cusco es fácil llegar al pueblo y a las salineras de Maras en transporte público, en taxi o con un tour operador confiable y responsable.

  • En transporte público: dirígete a la calle Pavitos para abordar los autobuses a Urubamba por la ruta de Chinchero. Ten en cuenta que desde el Cusco no hay movilidad directa a Maras. Bájate en el ramal a Maras y toma un taxi hasta las salineras de Maras. También encontrarás mototaxis. Tiempo de viaje: Cusco-ramal de Maras, 1 h: 15 m (10 soles por persona) / Ramal de Maras-Salineras de Maras: 30 m (7 a 12 soles por persona). Ten en cuenta que la ciudad de Maras y las salineras son lugares distintos. La distancia entre ambos atractivos es de 5 km.
  • En taxi: si buscas mayor comodidad y tranquilidad, contrata una movilidad privada (taxi). Coordina la tarifa con el conductor antes de tomar el servicio y si lo requieres pídele que te espere o recoja. Ten en cuenta que el costo será mucho mayor que en el transporte público. El precio oscila entre 120 y 150 soles (solo ida).
  • En tour: en Cusco hay muchísimas agencias de viaje que ofrecen salidas grupales o privadas al Valle Sagrado de los Incas. Estas incluyen a Maras y otros destinos de gran interés. Una excelente alternativa si prefieres una experiencia completa, segura y planificada.

¿Cuánto cuesta la entrada?

Al planificar tu excursión, ten presente que Maras no está incluido en el Boleto Turístico del Cusco. El ticket de ingreso a las salineras tiene un costo diferenciado: 20 soles los turistas extranjeros y 15 los visitantes peruanos.

Las tarifas son fijadas por Marasal, empresa privada conformada por las comunidades de Maras Ayllu y Pichingoto. Las utilidades obtenidas por la comercialización de la sal y las actividades turísticas son repartidas entre 633 familias.

Antes de partir, toma nota del horario de visita: lunes a domingo de 7:00 a las 17:00 horas.

Atractivos cercanos

Caminos de aventura

Si te gusta caminar, aprovecha tu visita para recorrer los tentadores senderos rurales cercanos a las pozas de sal. Durante tu andar te acompañarán los admirables paisajes del Valle Sagrado.

Visitar Moray

Si buscas una experiencia más intensa, enrumba tus pasos hacia Moray, las impresionantes terrazas cultivables en forma de espiral o anfiteatro en la que los incas realizaban investigaciones agrarias. A este atractivo se ingresa con el Boleto Turístico del Cusco (el costo varía por el tipo de entrada que se adquiera y, también, si el viajero es peruano o extranjero).

Visitar Chinchero

En tu retorno al Cusco, haz una parada turística en Chinchero, para conocer su iglesia colonial, erigida sobre el palacio del inca Tupac Yupanqui, y recorrer su mercado, donde aprenderás sobre el arte textil y tendrás la posibilidad de adquirir una extraordinaria variedad de artesanías.

Recomendaciones viajeras

  • El clima es indeciso y a veces hasta traicionero en el Cusco. Lleva siempre ropa de abrigo, un impermeable y protector solar.
  • En las zonas de altura es muy importante mantenerse hidratado. No olvides cargar una buena dotación de agua, sobre todo si tienes planes de caminar.
  • Protege tus pies con calzados cómodos y resistentes. De preferencia usa zapatillas o botas de senderismo, porque ofrecen mayor estabilidad.
  • Respeta el entorno natural y las prácticas culturales locales. No arrojes basura, sigue las indicaciones de los lugareños y ocasiona el menor impacto en el medioambiente.
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